jueves, 4 de marzo de 2021

Acoso a la Constitución


Estamos viviendo, hace tiempo, un acoso contra la Monarquía, con el propósito de paralizarla y evitar que actúe frente a los ataques a la Constitución, por parte de los que quieren que no se cumpla. Una especia de extorsión coercitiva, mediante la aparición en los medios de manipulación de masas, de noticias, verdaderas o falsas sobre el monarca y su familia, con el propósito de amedrentarlo y paralizarlo.

La función de la Monarquía como poder moderador se quiere eliminar para acometer todo tipo de abusos de la norma legal, para contentar a los grupos organizados que quieren eliminar las libertades que la constitución garantiza, para introducir un "Totalitarismo legal", como bien dice Julián Marías en un artículo de gran relieve, aprovechando la inacción  y el abandono de tantas personas y grupos, que deberían estar señalando todos estos vicios.

La pasividad de la mayoría frente a los peligros de la manipulación, aceptada por la desidia o la complicidad, es un desolador ejemplo de la dimisión de las personas responsables, que lleva al abandono y a ceder ante lo intolerable.


La Monarquía no tiene recursos apenas para actuar, debido a la ausencia de una ley orgánica, que permita ejercer ese poder moderador que la constitución le señala, como privativo de la institución monárquica.

Como bien dice Julián Marías , en su libro "Las trayectorias" : "Se intenta poner en cuestión la soberanía nacional, supuesto de la autonomías, con la inevitable consecuencia de que el torso de España se irrite contra las regiones insolidarias y, de paso, contra el régimen que ha abierto al espíritu de la escisión". 

La ausencia de proyecto lleva a la vida humana, tanto la personal como la colectiva a una desmoralización, como bien recordaba Ortega y Gasset. Es lo que se pretende: la desmoralización de la Monarquía, para que deje de mostrar la justificación de su existencia, que es la ejemplaridad, ese poder espiritual que hace a los países no perder el rumbo de su vida histórica.

España es la nación que inició el mundo moderno, por lo que la constitución de ese mundo está íntimamente unida a la realidad española, y todo lo que sea quebrantarla supone desarticular en mundo que tuvo su origen en España: el mundo occidental. No se puede negar ese continuo acoso a la realidad española desde varios frentes, tanto internos como externos, con el propósito de impedir el funcionamiento pleno de ese mundo occidental que aparece como el enemigo de todas las manipulaciones.

España, además, es la llave del punto estratégico más importante de la Historia: el estrecho de Gibraltar, como bien dijo en su día don Luis Díez del Corral. Todo intento por desestabilizar este decisivo punto del planeta parece poco para aquellos que se beneficiarían de su debilidad. Incluso aquellos países que aparecen como fieles aliados, se benefician de esa situación para abusar de ella.

Cuando se empezó a hablar de la Constitución española, en el año 1977, el partido socialista propuso para España una república, con el fin de dar a la Monarquía un poder mínimo, si esta era aprobada. Poder casi simbólico, y su actuación a partir de entonces no ha hecho más que confirmar ese proyecto inicial.

A todo esto, los grupos que deberían mostrar su objeción frente a los ataques que sufre la Monarquía, junto con el resto de la instituciones del Estado, brillan por su ausencia.

Según decía Ortega, el problema de los países, no es que en ellos  haya cosas malas, sino que no haya cosas buenas, a las que referirse, a las que agarrarse para no caer. Ese es el problema, hoy en España no hay proyectos, iniciativas, ideas nuevas, ilusiones colectivas.

Se hace necesario una iniciativa ambiciosa y valiente por parte de las personas y los grupos más importantes de España, para sacar adelante una situación peligrosa, en la que las fuerzas totalitarias, enemigas de la libertad, hacen y deshacen a su antojo, sin que nadie les ponga coto:

                   La justicia atropellada

                    La virtud escarnecida

                   La propaganda desbocada

                   La libertad en juego

Ya decía  Ortega que un Estado no puede atacar a los grupos que lo conforman, si esto se realiza se produce un golpe al estado, su desnucamiento. Es un sistema de prestigios personales, que se apoyan unos a otros. El desprestigio del Estado lo debilita frente a sus enemigos. Esto es lo que se intenta hacer  tiempo atrás.

El ejemplo de rey  don Juan Carlos I, es la prueba máxima de esa desmoralización inducida. Reducir la actividad al mínimo para conseguirlo es la meta que se proponen los que quieren actuar contra la libertad en España.

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