miércoles, 8 de febrero de 2023

La Europa transeuropea

 


Primera conferencia del Curso: La fundación de Occidente. Desaparecido de internet, con el resto del contenido de la revista Cuenta y razón. Estoy intentando recuperarlo para celebrar el centenario de la primera vuelta al mundo. En próximos apartados completaré este curso, decisivo para tomar posesión del nivel alcanzado en el pensamiento español, en la posesión de España y en el conocimiento de la realidad de Occidente, tan mal orientada en nuestro tiempo.



        La Europa transeuropea


                                  

                JULIÁN MARÍAS*

            

                    Como saben ustedes vamos a hablar de la fundación de Occidente;
            nos encontramos en un momento en que se celebran varias conmemoraciones
            de gran relieve; el año 1500 nació Carlos V, el año 1599 nació Velázquez, el año
            1660 murió Velázquez; es decir, entre el nacimiento de Carlos V y la muerte de
           Velázquez hay un espacio de 160 años extraordinarios.  Extraordinarios para 
            el mundo, pero al fin y al cabo somos españoles y el papel que España tuvo
            —España y Portugal también— en ese tiempo fue absolutamente extraordinario,
           de modo que evidentemente nos permite, este curso, hacer un examen de algo 
           más de siglo y medio en que se produjo una transformación del mundo 
            y esto se hizo en gran  proporción, en una altísima proporción, desde la
          Península Ibérica, lo cual nos permite naturalmente analizar algunas figuras
          y hechos que son capitales para entender nuestro país, por una parte, y nuestra 
          época, por otra.
  
                    Hablamos de la fundación de Occidente. Yo he dicho a veces que la partida de
            nacimiento de Occidente se encuentra en unas pocas líneas del Nuevo
            Testamento, los Hechos de los Apóstoles, aquel momento conmovedor en
            muchos sentidos y que yo creo que no se ha solido mirar con ojos históricos: van a
            azotar a Pablo de Tarso, y éste se niega, no lo acepta y dice que no lo pueden azo-
            tar porque es ciudadano romano; el que va a propinar este castigo acude al centurión
            y éste le pregunta si es verdad que es ciudadano romano; “sí, a mí me costó
            mucho dinero”, dice el centurión, “pero yo lo tengo de nacimiento”. Pablo de
            Tarso era un judío formado con el gran rabino Gamaliel, dominador del pensa-
            miento y la religión judaica converso al cristianismo después de haber sido perse-
            guidor, es un judío helenizado, de lengua griega, que habla griego, que conoce el
            pensamiento griego y encima es ciudadano romano; es decir, es la convergencia
            de los factores capitales del siglo primero de nuestra era, lo judío cristianizado, lo
            griego en el pensamiento, lo romano. Es decir, es la partida de nacimiento de la
            primera versión de Occidente, la unión de los tres elementos realmente activos,
            fecundos, que van a condicionar la historia posterior.

                   El Imperio Romano como saben ustedes abarcaba todo el Mediterráneo, el Mare
            Nostrum, que era una vía de comunicación, por la cual se iba de una parte a otra,
            de la orilla septentrional a la meridional; y toda la cuenca mediterránea, y una
            eran parte más allá, va a formar la Romania, el ámbito del Imperio Romano que
            es en definitiva, diríamos, la primera versión de Europa. Pero acontece algo enor-
            memente grave, por una parte se produce la caída del Imperio Romano por la
            gran presión de los pueblos bárbaros y esto produce un fenómeno —lo de menos
            fue la caída del Imperio como tal—: la desaparición de los emperadores, que tenían
            ya un poder muy diluido muy debilitado. Lo que es capital fue la fragmenta-
            ción. Es un hecho en el cual se insiste poco, esa gran unidad que es la Romania,
            las dos orillas del Mediterráneo, el Asia Menor y en una porción bastante grande
            del continente nuestro, mantenía una unidad, una unidad en gran parte lingüística,
            por supuesto jurídica y muy fundamentalmente religiosa en gran proporción.
            Se produce una fragmentación extraordinaria y todo ese gran Mundo Antiguo se
            queda dividido en una multitud de pequeñas unidades políticas, condicionadas
            siempre por los invasores bárbaros. Adviertan ese otro hecho también curio-
            que la mayor parte de los países van a tomar los nombres de los invasores; por
            ejemplo, Francia es el país de los Francos, Inglaterra es el país de los Anglos,
            Lombardía es el país de los Longobardos; España no, España es dominada por
            los godos y no se llama Gotia, fue España, Hispania. Italia también conserva su
            nombre antiguo tradicional, algo muy significativo. Se produce esa enorme frag-
            mentación y entonces lo que había sido la gran unidad romana se desvanece o se
            da en una posición precaria, pero luego ocurre algo todavía más grave: en el
            siglo VII se produce la invasión musulmana, la invasión por lo pronto árabe y la
            islamización de todo el norte de África. No olviden ustedes que todo el norte de
            África desde Egipto, en el Oriente, hasta el Magreb había sido helenizado, roma-
            do, cristianizado. Pues bien, resulta que todo queda dominado por los árabes,
            territorios quedan incorporados a los dominios del Islam, van a ser países de
            una cultura árabe, de cultura también árabe, de religión musulmana, en general
            los pueblos que no eran árabes, por ejemplo el Magreb, son fundamentalmente
            bereberes, recientemente arabizados, recientemente islamizamos. Pero ocurre
            algo fundamental, el Mediterráneo que era la gran vía de comunicación, lo que
            unificaba las dos porciones entorno al Mare Nostrum, ya no es Nostrum, queda
            aislado, se convierte en algo intransitable, no es navegable por que naturalmente
            los ataques musulmanes son constantes, no solamente sobre la navegación, sino
            sobre las ciudades y pueblos ribereños del norte; es decir, se produce una escisión,
            se produce un corte en lo que había sido la gran unidad del mundo antiguo y la
            gran vía de comunicación. No olviden ustedes que la comunicación era escasa, los
            caminos eran escasos en el Mundo Antiguo, a pesar de las fabulosas calzadas
            romanas que establecían una comunicación en la totalidad del Imperio que per-
            mitían llegar a las legiones a los lugares que eran amenazados por un enemigo,
            porque se trasladaban con relativa rapidez; pero la navegación era más fácil, per-
            mitía el transporte de mercancías, de personas en números muy grandes con unos
            caminos que estaban ahí ya, que era el mar. Esto desaparece, y entonces eviden-
            temente Europa va a ser solamente el Mediterráneo Norte y un interland que se
            irá dilatando poco a poco; se irá formando Europa precisamente como lo que hay
            detrás de los territorios de la ribera norte del Mediterráneo y esta situación se
            prolonga durante toda la Edad Media.

            Poco a poco se va dilatando Europa, se van incorporando los países romanizados
            y los que después van recibiendo influjos posteriores. En definitiva, si considera-
            mos la historia de Europa, se ve una diferencia enorme entre los países tempra-
            namente romanizados (que son cristianizados pronto) y los que poco a poco, por
            influencia ya de estos países más o menos romanizados o cristianizados, se van
            incorporando; así, por ejemplo, gran parte de los países germánicos, los países de
            la Germanía oriental o los países eslavos. Esta situación se mantiene, diríamos
            hasta fines del siglo XV, es decir, Europa esta encerrada en sí misma, es uno de los
            territorios que no tiene ninguna repercusión exterior. Y en los últimos decenios
            del siglo XV justamente empieza un movimiento organizado desde España y
            Portugal, en que empiezan los europeos a salir de Europa; este es un fenómeno
            que no se había producido nunca. Piensen ustedes en las Canarias; las islas
            Canarias son españolas desde antes de que se completara la unión española, por
            otra parte los portugueses empiezan a hacer las grandes navegaciones de explora-
            ción por África, habrá un momento en que doblarán el Cabo de las Tormentas
            (que luego se llamará Cabo de Buena Esperanza) e irán hacia el este en busca de
            los países del Oriente asiático, que eran conocidos, es decir, se conocía su existen-
            cia, pero evidentemente no había más que relaciones esporádicas de algunos via-
            jeros y algún comercio de caravanas.

            En el año 1492 se produce el enorme hecho, uno de los grandes hechos de la histo-
            ria, que es el descubrimiento de América. El Reino de Castilla organiza la expedi-
            ción de Colón, que sale de Palos el día 3 de Agosto del año 1492 y llega a las costas
            americanas el 12 de Octubre. En época reciente, hace unos años, en que el correo
            era un puro desastre, yo me admiraba de la rapidez del viaje de Colón, porque
            entonces las cartas de América tardaban tres o cuatro meses. Este descubrimiento
             fue algo decisivo, el descubrimiento del Nuevo Mundo, Nuevo Mundo porque era
             totalmente nuevo, porque no había tenido conexión con el Mundo Antiguo, por-
            que no se conocía su existencia, no la conocía ni Colón que naturalmente se equi-
            vocó y pensó que iba a llegar a las costas de la India: por eso se llaman indios, las
            Indias, es decir el absoluto desconocido, la absoluta ignorancia de su existencia.
            Era un continente que no tenía la menor relación con nada o no tenía el menor vín-
            culo de contacto, ni directo ni indirecto, ni mayoritario ni minoritario, con lo que
            había sido Europa, el Mundo Antiguo, la cultura clásica, la cultura del
            Renacimiento, todavía la religión cristiana: nada. Era un continente en el cual no
            había caballos —América sin caballos—, no había ruedas —la rueda fue llevada
            por los españoles a América—. Piensen ustedes en el grado inmenso de innovación
            ---entonces se forma precisamente una relación del Viejo mundo, del Mundo
            Antiguo— de Europa, que es naturalmente quien lo organiza, quien lo promueve,
            son los relativos conocimientos, muy indirectos, de Asia o de África con ese conti-
            nente nuevo, absolutamente nuevo, que completa el mundo; el mundo evidentemente
            se enriquece con un inmenso continente. Piensen ustedes incluso en la magnitud;
            recuerdo la primera vez que estuve en América, decía: el problema es la
            magnitud; el factor capital, cuando se habla de la conquista de América, de la
            con los indios, es que aunque no hubiera habido ni un solo indio era el territorio
            inmenso; ustedes piensen por ejemplo que la extensión de América es como
            cuatro o cinco veces Europa entera, incluida Rusia, con esos enormes ríos, con cordi- 
            lleras como los Andes, con selvas, con desiertos; era el territorio, la magnitud lo
            que era enormemente nuevo, con poblaciones absolutamente desconocidas y que
            no tenían ni un vínculo de contacto con nosotros, que hablaban unas lenguas que
            no tenían nada que ver con las aprendidas en la escuela y sin embargo se hablaron
            pronto: en las crónicas se ve que empiezan los españoles a hablar con los habitan-
            tes de América muy pronto y pronto se entienden, ¿qué pasa?, ¿cómo es posible?
            unas lenguas que no tenían nada que ver ni con las lenguas europeas ni con ninguna de-
            las lenguas conocidas en Europa siempre hay algún español que las aprende,
            siempre hay algunos indios que aprenden pronto español y sirven de intérpretes,
            de truchimanes. Yo creo que eran racionales, claro, pero eran menos racionalistas
            que nosotros; tengo la impresión de que se comportaban un poco como los niños,
            si ustedes sueltan en un jardín a 15 ó 20 niños de diferentes países, que cada uno
            habla una lengua, y vuelven después, no se sabe cómo, pero están hablando y se
            entendiendo, se ponen a hablar y acaban entendiéndose. Pues bien, creo que esto
            debió pasar en América con los indios y los españoles aproximadamente.

            Se produce un gran enriquecimiento en el mundo; por lo pronto se ve que hay
            otro mundo; se empieza a conocer aunque no todavía completamente en su mag-
            nitud; no olviden ustedes que muy pocos años después —estamos en 1492, en
            1500 nace en Gante Carlos I de España, que será Carlos Emperador V de
            Alemania— Núñez de Balboa desde tierra descubre el Pacífico, el inmenso
            Océano Pacífico, del cual no se tenía ni idea tampoco, ni de su existencia; poco
            después empieza la expedición de Magallanes que cruza ese inmenso y absoluta-
            mente desconocido Océano Pacífico, llega a Manila, a las Filipinas, pues Manila
            no existía. Allí queda un solo buque de la expedición y Elcano, al mando de ese
            buque, continúa el viaje y da la vuelta al mundo en 1522, sesenta años antes de
            que la dieran los ingleses: no está mal; con lo cual se demuestra efectivamente
            que el mundo es redondo; se sabía ya, pero entonces se demuestra. Se le da la
            vuelta al mundo entero “Primus circumcidisti me” decía el blasón que dio el
            emperador a Elcano, el primero que me diste la vuelta, se ve lo que es, cómo es el
            mundo, se toma posesión de la redondez del mundo, se completa el mundo.

                  Poco tiempo después, se hace la exploración de las Islas del Pacífico, de la
            Polinesia, de la Micronesia, de Australia, ahí los grandes de Mendaña, y cuando
            Mendaña muere, su mujer, doña Isabel de Barreto, continúa la expedición por el
            Pacífico y estudia la Micronesia, que está llena de islas que fueron españolas, que
            tienen nombres españoles, Las Marianas, Las Carolinas, Las Islas de los
            Ladrones, (como se llamaron por mal nombre por que les robaron primero). Se
            produce el enorme hecho, el extraordinario hecho de la constitución, de la unidad
            del mundo, porque los portugueses no solamente exploran y en parte colonizan
            esos territorios americanos, sino que además continúan los viajes a Oriente, se
            establecen en la India. Los españoles, poco después, pero en este tiempo también
            descubren, como Magallanes, y se establecen en Filipinas, colonizan las Filipinas,
            que si no recuerdo mal son unas cuarenta mil islas aproximadamente. Es decir, se
            produce la “realización” del mundo, la toma de posesión del mundo. Los
           Portugueses se establecen también en Brasil. Por cierto, como saben ustedes muy
           bien, en este período que estamos considerando se produce la unión de las dos
           Coronas, Felipe II va a ser también Rey de Portugal: desde 1580 a 1640 la Corona
           de España y la Corona de Portugal están unidas, y la grandeza del Brasil depende
           en gran parte de haber pertenecido a la misma Corona que España. El Tratado
           de Tordesillas fijaba unos límites de expansión de los establecimientos portugue-
           ses en el Brasil, pero desde 1580, desde que la Corona de Portugal es la misma
           Corona Española, no había dificultades para la expansión y entonces los portu-
           gueses avanzan enormemente hacia el oeste y toda esa enorme panza que hay en
           los mapas del Brasil hacia el oeste, depende naturalmente de la unión con España
           durante esos 60 años. Yo he estado en una ciudad muy bonita del nordeste del
           Brasil y que actualmente se llama Joao Pessoa, pero que se llamó durante siglos
           Philippeia o Felippea por los tres felipes, Felipe II, Felipe TIT y Felipe IV que eran
           los Reyes de Portugal y por tanto del Brasil.

                 Se produce en este fantástico período entre 1500 y 1660 todo este enorme cam-
           bio, toda esta fabulosa dilatación e integración del mundo, con las consecuencias
           históricas, religiosas, políticas, culturales que tiene. Lo interesante es lo siguiente:
           Europa hasta el momento había sido intraeuropea, estaba dentro de sí misma;
           por primera vez en su historia, sale de Europa, Europa sale de sí misma y va a ser
           transeuropea (por eso he dado el título a esta lección de la Europa transeuropea)
           por primera vez en la historia, lo cual es un cambio total de actitud, ser europeo
           va a querer decir algo distinto, no ser intraeuropeo sino ser transeuropeo, de una
           manera desigual, por que si ustedes consideran los países de Europa (iba a decir
           las naciones de Europa, pero hay que matizar, no ha habido naciones en el
           mundo hasta esta época precisamente, ni Atenas, ni las ciudades griegas, ni
           Roma, ni el Imperio Romano, ni el Califato de Córdoba, han sido naciones, han
           sido otra cosa. En la Edad Media hay reinos, hay condados, hay principados, hay
           otras cosas, no naciones. Naciones, en el sentido moderno de la palabra, había
           cuatro; la nación era donde se nacía, por ejemplo, en la universidad de París esta-
           ban los estudiantes divididos en cuatro naciones, se dice también que “Fulano es
           tonto de nación”, quiere decir de nacimiento, pero las naciones en el sentido
           social, histórico y político es algo que se organiza a fines del siglo XV. La primera
           nación es España, simultáneamente más o menos Portugal, después Francia e
           Inglaterra, luego se van formando, se van añadiendo al número de las naciones
           otras que tomarán una forma nacional, y luego evidentemente hay una parte
           incluso de Europa, una gran parte de Europa, que no ha tenido propiamente con-
           dición nacional, que no se ha realizado en naciones, sino en otras formas).

                   Pues bien, de las naciones europeas, o los países europeos que van a ser pronto
           naciones, hay algunas que son transeuropeas, las demás siguen siendo intraeuro-
           peas; las transeuropeas son España, Portugal e Inglaterra, esas tres; las demás son
           en principio intraeuropeas. Se podría pensar que las naciones transeuropeas, que
           van mas allá de Europa, que son algo más, algo distinto, son quizá menos europeas:
           yo pienso justo todo lo contrario, porque es que Europa es transeuropea,
           Europa ha tenido vocación de ir más allá de sí misma, ha tenido un interés por lo
           otro y por el otro, se ha volcado —piensen ustedes que Europa después de esta
           fase ha hecho por ejemplo la empresa, la enorme empresa de la colonización de
           enorme parte del mundo, ha ido a otros países, ha tratado de llevar sus sistemas
           políticos, sus ideas, sus costumbres, a otros lugares distintos, ha tenido por tanto
           una atracción por lo otro—, ha estudiado —no olvidemos el problema intelec-
           tual—, por ejemplo, los estudios que hicieron sobre América muy particularmen-
           te los frailes españoles, que hacen un estudio inmenso de los países, de los territo-
           nos, de la geografía, de las obras de arte, de las lenguas, hacen diccionarios, hacen
          gramáticas, vocabularios, traducen los textos religiosos (yo he tenido en mis manos
          un texto en nauatl, impreso en Méjico, a los 20 años de la conquista apro-
          ximadamente, con alguna que otra palabra en español porque no había palabra
          en nauatl para decirlo o a veces en latín). Es decir, hay el afán del conocimiento,
          el estudio exhaustivo de todos los países del mundo.

                Otros continentes que no son Europa no se han ocupado de los demás. Es evi-
          dente que no hay el equivalente de la ocupación intelectual europea con el resto
          del mundo; no lo tenemos en el resto del mundo respecto de otras partes de este
          mundo o de Europa, es un hecho sensacional. Es curioso hasta qué punto no se
          repara en las cosas más importantes y en las cosas de mayor volumen. Se podría
          hacer una lista, una lista espeluznante, de las cosas enormes en las que no se pien-
          sa y que no se tienen presentes o en las relaciones de adversidad entre unos luga-
          res y otros, cómo a veces se hace lo contrario. Cuando se llegó al continente, al
          nuevo continente, no se conocía la rueda; la rueda, algo tan elemental: si basta
          con partir una sandía y salen rajas que son ruedas; no había ruedas, pero hoy no
          imaginamos una América sin ruedas, el continente de los automóviles, y sin caba-
          llos, es decir, la transformación. De América de la que vienen tantas cosas a
          Europa: la patata, el tomate, el tabaco, ¡tantas cosas!, muchas formas de vida. Se
          produce una intercomunicación constante, que tiene que ver con el carácter trans-
          europeo de algunas naciones.

                 He descubierto hace algunos años, digo descubierto porque he caído en la cuenta
          no hace mucho tiempo, no hace ni diez años, de un hecho que es también inmen-
          so: la diferencia entre la América del Norte y la América Hispánica. En la
          América del Norte se produce un transplante de sociedades europeas, principal-
         mente inglesas, secundariamente holandesas o francesas, al continente america-
         no para fundar allí sociedades europeas que no tienen que ver nada con América
         más que el territorio. Piensen en lo que ha sido el Canadá, lo que son hoy los
         Estados Unidos, etc., son sociedades europeas trasladadas, transplantadas digo
         yo, al continente americano sin más relación que la territorial. En el caso de
         España es algo distinto, se produce un injerto, las sociedades americanas, no son
         europeas, no son españolas, siguen siendo americanas, injertadas, hispanizadas,
         europeizadas claro. El injerto consiste en introducir en una planta unas yemas
         vivas de otra planta, con lo cual, la planta injertada sigue siendo lo que era pero
         cambiada, modificada, se espera que mejore; ustedes saben que la agricultura usa
         el injerto de una manera constante. Esto es lo que ocurre con las sociedades de
         América, siguen siendo americanas, conservan sus caracteres en gran medida.
        Pero hay plazas mayores que son muy parecidas a una plaza mayor española,
        aunque con más árboles, se llenan las ciudades americanas de edificios, de igle-
        sias, de catedrales, de fortificaciones; se habla español, se llenan de obras de arte,
        hechas por españoles y luego por indios que aprenden de los españoles; se esta-
        blece el derecho, por lo pronto el derecho español, después las Leyes de Indias
        adaptadas ya con más detalle y finura a las condiciones del país; se establece el
        régimen municipal, se fundan virreinatos, regidos por virreyes puesto que el Rey
        estaba en España; capitanías generales, audiencias. Se va produciendo una enor-
        me transformación del mundo, pero es recíproca.

               Es curioso cómo se ha contado la historia, como si fuera “La destrucción de las
        Indias”, es el título del padre Las Casas. Resulta aproximadamente lo contrario
        porque América está llena de indios, hay millones, millones de indios y, lo que es
        más, millones, más millones de mestizos, que son la forma biológica del injerto. Y
        lo que tiene gracia es que los que hablan ahora de la destrucción de las Indias y de
        los indios nos dan en cambio una visión de América que es sólo india, porque
        parece que no hay más que indios, América está llena de blancos y de ciudades
        que son sumamente parecidas a las europeas. Dirán ustedes que esto resulta
       “contradictorio” y es así, pero la gente no se asusta por la contradicción.

             Espero que vayan ustedes a tener una imagen de lo que es Occidente, palabra
        que no se emplea demasiado; piensen que lo que desfasa es eso a lo que me he
        referido: su partida de nacimiento, que está en esas cuatro o diez líneas de los
        Hechos de los Apóstoles en que se cuenta el frustrado azotamiento de San Pablo,
        aunque la realidad de Occidente se constituye en esta época, justamente, en ese
        siglo y medio un poco largo que vamos a abarcar entre Carlos V y Velázquez. Se
        podría prolongar, se podría llegar a la muerte de Calderón en 1681, que también
        nace en 1600. El problema está en que Occidente se constituye entonces y
        Occidente es la realidad en que vivimos de la cual se habla bastante poco. Ahora
        se habla mucho de Europa, pero también está América, tan importante, de la
        cual dependemos y está dando sentidos, pues es el otro lóbulo de Occidente. Ni
        Europa ni América son autosuficientes, no se bastan ninguna de ellas a sí mismas,
        vivimos en todos los sentidos los europeos pendientes de América, los america-
        nos dependen de Europa, se han formado primariamente de ella, se han nutrido
        de ella, han aprendido de ella enorme cantidad de formas, empezando por las
        lenguas, las tres lenguas que se hablan en América, el inglés, el español y el portu-
        gués, tres grandes lenguas habladas en América con las cuales se puede recorrer
        el continente entero y hay una relación constante, hay una comunicación...
        somos mucho más occidentales que europeos, que aisladamente europeos o 
       americanos. Una América sólo americana sería algo enormemente reducido, enor-
       memente pobre, la realidad efectiva, la realidad verdadera es Occidente, y esto se
       constituye entonces, se constituye a partir de los últimos años del siglo XV y está
       constituido evidentemente ya en la fecha que nos hemos tomado como límite, la
       muerte de Velázquez, en 1660; es siglo y medio, aproximadamente un poco más
       de siglo y medio, hay dos siglos en conjunto si quieren ustedes, dos siglos en los
       cuales se constituye esa realidad, que es la realidad en la cual vivimos.

              No hay que olvidar otro inmenso hecho, que el mundo en gran parte está occi-
       dentalizado. Piensen lo que ha sido el fenómeno, con sus elementos negativos,
       con sus elementos injustos, con sus egoísmos, que ha sido la colonización. Piensen
       por ejemplo lo que es la India, evidentemente colonizada por los ingleses durante
       mucho tiempo —recuerdo que la única vez que he estado en la India hace ya
       muchos años, me di cuenta que la India ha sido posible, la India independiente ha
       sido independiente porque fue colonizada por los ingleses, yo dije: “los ingleses
       fueron los visigodos de la India”, ejercieron la función que representan los domi-
       nadores visigodos en España durante bastante tiempo que fueron los que hicie-
       ron posible su unidad.

               Es evidente que cuando se produce la invasión musulmana en España, cuando se
       produjo este hecho que se llamó la pérdida de España, la España perdida que se
       trató de reconquistar, ¿qué es lo que se quería reconquistar?: la monarquía visigo-
       da es lo que se quería conquistar, la reconquista de España, las partes resultantes,
       los condados, los principados, los reinos medievales, son los resultados de la
       Reconquista de España, que es lo que se quería reconquistar, se quería volver
       precisamente a la unión de la monarquía visigoda. Pues bien, esta función análo-
       ga, en diferencias inmensas de tamaño y de época, es la que representaron los
       ingleses respecto de la India.

             Es evidente que ahora el Japón no es un país occidental, es un país occidentalizado,
      es un país que vive en gran medida de los principios de Occidente, tomados a su
     manera, vividos desde otra forma de instalación en la vida. Y no digamos Australia
     o Nueva Zelanda que están en las antípodas de Europa, no son países occidentales,
     están occidentalizados. No solamente se ha constituido la unidad radical, funda-
     mental, en la cual vivimos, de la que estamos hechos, sino que Occidente, como tal,
     ha asumido esa función de ser de la Europa transeuropea. Es decir, Occidente ha
     sido transoccidental y se repite el fenómeno a gran escala, a escala total, planetaria.
     Ahora está de moda, y los periodistas hablan todo el tiempo de la globalización. Es
     un término ambiguo. La idea de que hay un mundo es totalmente falsa. Hay varios
     mundos, nosotros estamos en el mundo occidental, donde nos entendemos, donde
     estamos en casa, con grandes diferencias, pero no entendemos otros mundos. Es
     evidente que si pensamos en la India, en China, no digamos en África, son mundos
     muy distintos y que no entendemos bien. Lo que pasa es que están presentes. Y nos
     interesan, nos preocupan, tenemos que dar cuenta de ellos, tenemos que ocuparnos
     de ellos también. Esta es la cuestión. Se repite ahora a escala planetaria, la actitud
     germinada de convertirse Europa en una Europa transeuropea. En los últimos
     decenios del siglo XV pero evidentemente, cuando se descubre el Nuevo Mundo
     era un nuevo mundo que se europeíza, se hispaniza especialmente, pero no era lo
     mismo, no era Europa, era algo distinto, en convivencia con Europa; y actualmente
     tenemos mundos que nos importan, mundos con los que hay que contar, que no son
     el nuestro, que no acabamos de entender, que pueden ser objeto de cuidado, de
     atención y de conocimiento. Si no nos interesan, si no intentamos comprenderlos,
    dejamos de ser europeos y occidentales. Somos infieles a esa vocación que germinó
    en Grecia. Grecia es el germen de Europa. No olviden lo que dice de Solón
    Herodoto: que viajaba por lugares fuera de Grecia y que no iba por guerrear por
    conquistar ni comerciar ni enriquecerse sino que viajaba, por ver,
    por curiosidad, por enterarse, enterarse quiere decir por integrarse: con Egipto u
    otros territorios que no eran Grecia, que eran distintos de Grecia pero le importa-
    ban y eso es precisamente el germen de Europa, de ese pequeño país que es Grecia,
    esas pocas islas y una pequeña península; pobre, con pocos habitantes, que no tenía
    importancia ni demográfica, ni económica, ni militar, de lo cual venimos hasta esta
    enorme dilatación que llamamos Occidente.


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