Quien era Julián Marías
Muchas gracias a Don José Luis Sánchez por la oportunidad que me
brinda para hablar de Julián Marías y muchas gracias a mi padrino en este
evento, Enrique González Fernández , que sin su apoyo no estaría aquí.
Esta
disertación, organizada por la Universidad Católica de Valencia me recuerda una
de las charlas que realicé en el Cuartel de la calle de Zapadores de la ciudad
de Valencia, siendo Alférez de Complemento. Estábamos en plena guerra de las
Malvinas, bien estudiada por Julián Marías. En esas fechas había, como ahora,
un mundial de fútbol, en este caso en España, y Valencia era la sede de nuestra
selección.
Aprovecho además para tener un recuerdo emocionado del
jefe de mi Cuartel, Coronel Veguillas, vilmente asesinado por el terrorismo
unos años después.
Pues bien, voy ha hablar de quién era Julián Marías. Todos saben
que nació el 17 de junio de 1914, y estamos celebrando su centenario, también
es conocida la fecha de su muerte, el 15 de diciembre del año 2005. Lo que no
es tan recordado es que el 15 de diciembre del año 1978, es decir, veintisiete
años justos antes de su fallecimiento, publicó un artículo en la prensa de
Madrid, que resultó ser premonitorio, en él hace una perfecta descripción de sí
mismo. Allí muestra quien era.
El artículo se llama “Las lealtades de Madariaga”, en dicho
escrito va ennumerando las diversas lealtades que marcaron la vida del gran
escritor coruñés, son las mismas lealtades que Marías tuvo a lo largo de su
vida. Sustitúyase el nombre de Madariaga por el de Marías y se verá la certeza
de sus afirmaciones:
“La lealtad de
Madariaga (en este caso Marías) a España fue ilimitada, y el núcleo de todas las demás. Ha vivido y
ha muerto pensando en ella, sirviéndola y sin servirse de ella. Ha arrostrado
incluso la impopularidad -varias impopularidades- con tal de serle fiel; quiero
decir de serle fiel en su integridad, con su pasado y su presente, con su
memoria histórica y sus esperanzas, con sus glorias y sus errores, con sus
bandos encontrados, de los cuales no quiso ser banderizo”.
“Por ello fue leal a
la realidad hispánica en su conjunto. La contribución de Madariaga (léase Marías) al
entendimiento de los pueblos hispánicos ha sido enorme, y tendrá que ser
reconocida, más aún, vivida”.
“Finalmente, tuvo
una lealtad más, programática, vuelta al futuro, que vivificaba todas las
demás, las despojaba de todo carácter nostálgico o arqueológico, las proyectaba
hacia el futuro (y hacía que él tuviese futuro pasados los noventa años): la
libertad. Salvador de Madariaga (Julián Marías) ha sido desde el comienzo de su vida pública hasta
hoy liberal -esa palabra que es como un pararrayos
que atrae los denuestos y la hostilidad de unos y otros-. Ha afirmado la
libertad sin restricciones frente a todos sus enemigos; y lo que es más, frente
a todos los desmayos, frente a todos los pretextos con los cuales tantos
hombres de nuestro tiempo se han creído autorizados a claudicar y ceder”.
“No pudo cosechar
laureles políticos, de los que fácilmente se tributan en nombre de la libertad
a los que siempre han procurado destruirla”.
“Porque el liberalismo
es la condición de que haya futuro, negado por los que creen que en rigor
no hay historia y que ya está todo determinado, y basta con leer un libro pasar
saber lo que va a pasar (porque, en rigor, piensan que no va a pasar nada)”.
Julián Marías está
retratado en ese texto del 15 de diciembre de 1978, sus lealtades son las
mismas, son aquellas que le hicieron continuar lo mejor del pensamiento español
de los años de su juventud, los años de su infancia, la España que vivió, la
que mejor que nadie expresó Gregorio Marañón: "Una de las eras más singulares, más plenas, más saturadas de
interés que haya gozado jamás pueblo alguno sobre la tierra”.
Estas palabras no quieren decir cualquier cosa, se refieren a una época
comparable con las grandes conquistas de la civilización universal, cada cual
ponga las que considere más fecundas. A esa era es a la que fue fiel Julián
Marías durante toda su vida. Es la de la aparición de la filosofía en España,
que como recordaba Marías: “Era lo más valioso que tenía España. Por primera vez en
muchos siglos, en España se estaba creando auténtica filosofía; si se trata de
filosofía estrictamente original, por primera vez en toda su historia. Se había
creado una lengua filosófica, que no era ya inferior a ninguna otra; la
ausencia de ella había sido una de las causas principales de la decadencia española,
acababa de subsanarse una de las deficiencias más profundas de España. Y este
pensamiento había refluido sobre otras disciplinas, las había fecundado, las
había llevado a un grado de perfección que nunca habían poseído, que en algunos
casos era superior al de los países que en conjunto nos aventajaban".
(Julián Marías. Memorias: Una vida presente. Pág. 218). El máximo exponente de
esa filosofía era Don José Ortega y Gasset, que debería ser para los españoles
e hispanoamericanos, según Julián Marías, algo así como lo que Descartes supuso
para los franceses, Francis Bacon para los ingleses o Leibniz y Kant para los
alemanes, representa, pues, Ortega y Gasset
para los españoles, una de nuestras más grandes oportunidades
históricas.
Esa lealtad estuvo siempre en la mente de Julián
Marías hasta su muerte, es la que hizo seguir creadoramente la filosofía de sus
maestros. La única manera de que la continuidad de la cultura sea posible. Así
fue haciendo acopio de la herencia recibida con su Historia de la Filosofía, su
Miguel de Unamuno, su Introducción a la
Filosofía, su Diccionario de Literatura Española, su Filosofía en sus textos,
en fin todo el saber fundamental de su tiempo fue transfigurado en textos
accesibles e interpretados acorde con las enseñanzas recibidas, a las que nunca
renunció.
Todo ese esfuerzo creador , afortunadamente no
se realizó en solitario, la producción intelectual española continuó gracias a
los esfuerzos de tantos otros autores que también actuaron en esos tiempos como
espíritus libres. Estuvo acompañado por muchos otros como recordó en varios
escritos, el más famoso de los cuales se llama “La vegetación del páramo”,
lugar donde muestra, sin género de dudas las gran producción intelectual
española desde 1940. Y en un escrito anterior llega a afirmar: "Hasta tal punto es esto así, que estoy persuadido de que el día
que se haga un recuento imparcial e inteligente de la producción intelectual
española de los dos decenios anteriores (a 1960) se hallará, con sorpresa, que
no es, en conjunto, inferior a la de un periodo equivalente de antes de la
guerra civil". (La situación actual de la
inteligencia en España).
A mediados de los años cincuenta empieza a surgir una nueva dificultad añadida a la transmisión de lo más creador de España, es lo que refleja el escrito, de enero de 1959, tan escondido en la revista Ínsula, llamado “Consignas convergentes”, en dicho artículo, muestra Marías, el mismo comportamiento entre los grupos que pretenden dirigir la vida pública española, y los nuevos grupos relacionados con el marxismo, con la misma pretensión de eliminar del horizonte de los españoles su propio patrimonio, para así manipular mejor a una sociedad huérfana de referencias a la altura del tiempo: “Porque lo que se busca es hacer el vacío... Se intenta anular una tradición, justamente por lo que tiene de continuidad...Solo hay consignas...A veces sirven al partidismo; otras al resentimiento”.
En esos años buscó la colaboración de la fundaciones de Estados Unidos para que le apoyaran a desarrollar diversos proyectos con el fin de defender una cultura liberal ante los peligros de que los jóvenes se lanzaran en los brazos comunistas. A partir de los años sesenta consiguió este objetivo, gracias a una de esas fundaciones, con la creación del “Seminario de Estudios de humanidades”, y pudo formar una serie de jóvenes en la cultura más creadora de su tiempo, como refiere en el discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias en el año 1996:
“Entre 1960 y
1969, dirigí un Seminario de Estudios de Humanidades, con la colaboración
inmediata de Pedro Laín Entralgo, Enrique Lafuente Ferrari, Rafael Lapesa, José
Luis Aranguren y Melchor Fernández Almagro. Entre sus miembros más jóvenes se
contaban figuras que son hoy relevantes, como Gonzalo Anes, Helio Carpintero,
Miguel Martínez Cuadrado, Carmen Martín Gaite, Francisco Aguilar Piñal, José María
López Piñero y otros”.
Todo este esfuerzo por la educación de los españoles en
la tradición liberal de sus maestros se puede ver estudiado en el artículo,
recientemente aparecido titulado: “Julián Marías, Jaime Benitez y la Fundación Rockefeller”, donde se muestra la relación de Julián Marías con dicha Fundación
y el deseo de Marías por crear un órgano de opinión en España que
contrarrestara la creciente influencia marxista.
Los años sesenta representan el esfuerzo de Julián Marías por preparar el futuro de España . Uno de sus puntos clave fue la publicación del estudio “Meditaciones sobre la sociedad española”, donde indica los problemas que son necesarios solucionar para una España futura, uno de cuyos esfuerzos mayores es el tomar posesión de su propia cultura para poder proyectar la vida personal y social con el mayor acierto. Lejos hoy de realizarse y más difícil cada día, con el abandono progresivo de los estudios de las humanidades.
Los siguientes años son los del
cambio político en España, lo que llevó a Julián Marías a buscar la orientación
de los españoles, como en sus artículos de prensa, luego recogidos en la
colección de libros aglobados el la denominación “La España real”, para que el
nuevo régimen político no cayera en el despropósito. Costó mucho esfuerzo
construir una estabilidad, continuamente perturbada por sectores poderosos, ayudados por el azote
del terrorismo. Los nacionalismos y los grupos totalitarios en nuestra sociedad
pusieron en evidencia la razón que tenía Marías y le llevaron a afirmar en una
ocasión, para defenderse de sus ataques:“ Durante unos veinte años, si no el único
liberal, creo que he sido el único liberal en ejercicio, que lo era activa y
públicamente “.
Por todo ello vio necesario fomentar la creación de
órganos de opinión formados en lo mejor de nuestra tradición cultural para
poder enfrentarse a toda serie de manipulaciones, cada vez más imprescindibles,
para superar el peligro de decadencia que amenaza a la sociedad que olvida sus
raíces.
Un rasgo singular de Julián Marías es su profunda
religiosidad, una lealtad a sus convicciones cristianas, a pesar de las muchas
tentaciones que se le presentaron. Siempre fue defensor de un cristianismo
vivificado por la filosofía, en este caso de la filosofía española reciente,
como ocurrió en sus orígenes con la filosofía griega, compañera inseparable de
los primeros cristianos. Sus escritos sobre el cristianismo sirvieron de
orientación a muchas personas, entre las que me encuentro y supusieron una
esperanza en un mundo necesitado de religiosidad en el nivel que le
corresponde. Ese cristianismo se le reveló como la sustancia del proyecto
histórico de España, aunando así su lealtad a España con la religiosidad de sus
convicciones personales, fuente de su
liberalismo creador y de su fe en la vida y en el hombre.
Para terminar, quisiera citar unas palabras de mi
padrino, Enrique González Fernández: “Puedo decir que casi me ha salvado la
vida y que le estoy eternamente agradecido”. Eso mismo digo yo. Muchas gracias.
Muy claro, conciso y condesado. Me gusta mucho. Ojalá haya ayudado mucho a conocerlo y a despertar el interés por él. Sobretodo que así se le hace justicia. Ya que estamos necesitados de que se le dé voz a él y a todo lo que reivindicó.
ResponderEliminarMuchas gracias.