jueves, 11 de diciembre de 2025

Un siglo de antropología cinematográfica

 

Curso impartido por Julián Marías durante el centenario del nacimiento del cine. En un ciclo de conferencias anual del Colegio Libre de Eméritos. Fue realizado en el Cuartel del Conde Duque de Madrid, con gran afluencia de público y con  dificultades de acceso, lo que ha impedido tener grabaciones de todas las clases. En próximas fechas continuaré completando el curso, hasta donde he podido llegar.

La primera conferencia se titula: I. Un nuevo órgano de percepción. La calidad de la grabación impide su entendimiento con suficiente claridad, por lo que la voy a transcribir en su totalidad, seguidamente:

 El curso de este año se titula “Un siglo de antropología cinematográfica”. Coincidiendo con el centenario de la aparición de este nuevo arte. Hace tiempo vengo considerando la posibilidad de la existencia de una antropología cinematográfica. Cuando escribí el libro “Antropología metafísica”, tenía conciencia de que muchas de las ideas filosóficas provenían de mi experiencia del cine. No se trata de que la experiencia del cine lleve a la concepción de una antropología, sino que el cine mismo es una antropología.





El cine nace en el año 1895. Es una realidad nueva, que cumple ahora un siglo. Es decir, todos los que estamos aquí hemos nacido en un mundo en el que el cine está presente, porque no se trata de que todos hemos visto películas, centenares de ellas o miles, sino que hemos vivido en un mundo condicionado ya por la experiencia cinematográfica, algo que era desconocido antes.




No solo es la proyección de una imagen en movimiento sobre una pantalla, sino que las imágenes tienen permanencia en la retina, y además es una diversión. Ambas cosas son de gran importancia.

La técnica es esencial en la vida humana, en un ingrediente de la estructura empírica de la vida humana. La forma en que se desarrolla la realidad humana es un conjunto de estructuras empíricas, que pudieran ser otras, no son necesarias, y se conocen empíricamente. Una de las realidades empíricas de la vida personal es la técnica: el hombre es un animal técnico. El hombre ha vivido siempre con técnicas muy sencillas, que la han acompañado a lo largo de la historia, técnicas muy rudimentarias: la palanca o el hacha de sílex, el cuchillo o el arado. La técnica altera lo que es la vida natural del hombre.

El tamaño del hombre es uno determinado: entre uno y dos metros, pero lo que le define es su capacidad de obrar, independiente de su tamaño, pues puede atender a la mínima dimensión del átomo y, al mismo tiempo, el espacio exterior con sus enormes dimensiones, donde realiza ya movimientos reales, con los satélites y la aventura del espacio. Estamos viendo en una película actual operaciones reales en una cápsula que está en el espacio exterior.

Esta es la magnitud real del hombre, que rebasa sobremanera su propio tamaño. A esto hay que añadir la capacidad perceptiva, que la técnica permite aumentar enormemente. El hombre tiene una vista que le permite ver cosas de cierto tamaño, pero con microscopios, con telescopios agranda en mucho su capacidad visual. Percibe los colores del espectro, pero no los infrarrojos, no los ultravioleta, no las innumerables radiaciones, que en cambio puede detectar con aparatos.

Actualmente el hombre pasa la vida hablando por teléfono, oyendo la radio, viendo la televisión. Es decir percibiendo realidades que no son directamente perceptibles.

Ahora les estoy hablando sin esforzar la voz, porque hay un aparato técnico que se interpone entre ustedes y yo, que nos ayuda. Es decir el sistema sensorial del hombre tampoco es natural, está potenciado por la técnica.

La sensibilidad corporal permite a mi vida tener un carácter transitivo, pues me pone en contacto con el mundo. La naturaleza del hombre es distinta del resto de las cosas y de los animales, pues es una naturaleza en expansión, que no está dada, con posibilidades, en principio, ilimitadas.

Esto es lo que permite la técnica, que acompaña a la humanidad desde sus comienzos. Lo que aparece totalmente nuevo es la fantástica aceleración de la técnica. Siempre ha vivido el hombre en un nivel técnico muy poco cambiante, en unas posibilidades técnicas muy específicas. Vean como ejemplo una novela o una obra teatral. Inmediatamente nos damos cuenta de que la obra no es actual, porque, por ejemplo no hay luz eléctrica, o no tiene automóvil o no vuela, etc. o no ve la televisión o no habla por teléfono. Nos cuesta mucho trabajo reconstruir las formas de la vida en otras épocas.

Piensen ustedes en la cirugía, que técnicamente era posible, pero el paciente moría por la infeeción o por el dolor. La asepsia y la anestesia han hecho posible algo que no lo era hasta el siglo XIX, y hoy los progresos en esta cuestión son incomparables.

Y estamos empezando con lo que es la informática está ahora introduciéndose, sin imaginar siquiera el horizonte de sus posibilidades, y con el mayor de los problemas, que es que no entendemos. Temo que la mayor parte de ustedes están en una situación parecida a la mía.

El cine es una técnica, pero es una parte decisiva de la vida humana, y además es una técnica de diversión, que es una realidad que acompaña a la humanidad desde el comienzo. El hombre que vive en una vida real y efectiva, que le ocasiona problemas constantemente. Curiosamente no se conforma con eso, quiere distracciones, desde la infancia, con su exigencia de que le cuenten cuentos o que les cantes, como yo hacía con mis hijos, que paseando les cantaba “La marsellesa”, por eso huían de mí, para no escuchar mi canto.

Desde el comienzo de la humanidad, el niño pide imágenes, narradas en forma de cuentos o en cantos. El hombre necesita añadir a su vida real y efectiva, vidas imaginarias, ficción. La ficción es un artículo de primera necesidad en el hombre. El cine crea una forma de diversión de las más potentes que la humanidad ha inventado, por eso el cine es tan importante, y es una innovación inmensa.

¿En qué consiste esa innovación? Lo primero, que es un órgano de percepción más. El hombre percibe las cosas de un cierto modo, de una cierta manera. Sus sentidos tienen un alcance limitado. Su convivencia se realiza a una cierta distancia. Los sentidos nos dan las cosas, pero la vista nos da el mundo, no solo de las cosas, sino que es el sentido de la mundanidad como tal. Vemos lo que no está inmediatamente presente, además lo vemos dentro de un ámbito. La vista nos da una multiplicidad de distancias y de planos, y, por tanto, de perspectivas.

El oído no nos da la presencia inmediata de las cosas, y el resto de los sentidos son mucho más limitados en la percepción de la cosas. Los sentidos producen una articulación del mundo sensorial.

El cine introduce una nueva manera de ver las cosas, la percepción cinematográfica es distinta de las demás. Por lo pronto hay algo, que es la pantalla, y nos hacer ver de una manera especial, hasta tal punto que nos hace ver el mundo real cinematográficamente. Los que eran viejos no entendían bien el cine, lo mismo que había personas que no sabían hablar por teléfono, era frecuente que esas personas gritaran al hablar por el aparato, como si la persona estuviera muy lejos y hubiera que gritar.

El cine, mediante la pantalla, convierte la realidad en cuadros, es una visión pictórica que acompaña al cine. Hemos adquirido la visión cinematográfica de la realidad. Sobre todo cuando vemos un paisaje desconocido- Recuerdo cuan fui por primera vez a Nueva York me pareció una cosa de película, convertía en película la realidad que estaba observando cotidianamente.

Hay una cosa en el cine decisiva, y es la pluralidad de perspectivas, la pluralidad de las distancias. Otro gran descubrimiento, que es extraordinario, del cine, es el primer plano. Habrá que hablar de eso con detalle. Vemos, por ejemplo a John Wayne cabalgando en la pradera, y luego una cabeza que ocupa toda la pantalla. Experiencia que no tenemos, salvo en muy contadas excepciones.

Recuerdo que Ortega, hablando del Dante, refería un rostro reflejado en una pupila, y añadía: “esto indica inclinaciones muy próximas sobre ojos muy dóciles”. Esto nos lo da el cine constantemente.

Hay una articulación de la perspectiva visual, en el sentido literal de la palabra, y se lo debemos al cine. Además aparecen las conexiones de la realidad, al trasladarnos de plano y observar que esas realidades están juntas en la vida, no están juntas físicamente, ni en el mismo espacio. Como ven ustedes existe una alteración total del sistema perceptivo, puramente visual cuando el cine fue mudo, lo que nos enseñó a ver un mundo sin sonido. Creo que el cine es siempre mudo, por lo que nos enseña mediante imágenes.

En un ensayo antiguo definí al cine: “como un dedo que señala”, y eso es la función que tiene el cine, también ahora cuando la realidad señalada es sonora, que aunque sea otra cosa; pero la operación cinematográfica siempre es cine mudo, es visual y es señalar.

Cuando se pasó del cine mudo al sonoro, resultó que muchos actores no servían, porque no sabían hablar o tenían unas voces inaceptables, y no pudieron seguir actuando en el cine sonoro. En el cine mudo no hacía falta seguir un diálogo y los actores hablaban de cosas que no tenían que ver con la escena, como observaban las personas que sabían leer en los labios. A veces se hacían bromas o se insultaban.

Con el cine sonoro se incorporan los ruidos cotidianos, la voz, la música...La realidad que el cine presenta es distinta, se enriquece con el sonido. Lo mismo ocurrirá con el color, el blanco y negro era un cine de sombras. Hubo una sorpresa agradecida cuando apareció el color en el cine, parece como si la retina tuviera una extraña gratitud, la realidad se vivificada, también dependiendo de la calidad del color. El cine se iba acercando cada vez más a la realidad, pero una realidad siempre ficticia, siempre imaginada. El cine no puede perder nunca el carácter de imaginación, por eso el cine no puede ser documental, que es un cine incompleto. Si no le pasa algo a alguien, entonces no es cine, que para serlo tiene que ser narración, porque si no lo es, no interesa. El documental se justifica muy difícilmente, tiene que tener grandes calidades para que resulte aceptable, y a última hora produce frecuentemente cierto aburrimiento. En cambio cuando la realidad que se refleja es dramática lo que tiene de representación de realidad es capital en el cine, entonces es eficaz y nos da un enriquecimiento de la realidad.

Hay una gran cantidad de posibilidades nuevas, que nos hacen ver la realidad como no se había visto nunca antes. Se pueden buscar analogías a esta nueva situación, analogías muy remotas, en el teatro clásico español. Esos cambios de escena, que se dejaban a la imaginación, porque apenas había escenario y este era mínimo, pero los cambios de escena, los traslados a otra situación, a otro momento, a otro lugar es justamente lo que el cine realiza. Lo contrario de lo que hace el teatro clásico francés con la regla de las tres unidades: unidad de lugar, unidad de tiempo y unidad de acción.

En principio el teatro tiene esta condición, si no afecta a la obra teatral entera, afecta a cada acto, o incluso en un texto dramático escrito, a cada escena. Normalmente se consideraba, si ustedes leen una obra teatral tradicional, está dividida en actos, los actos en escenas, las escenas están definidas por los personajes que están en ellas. Cuando un personaje sale o entra, es otra escena, se considera como otra escena.

Entonces el teatro, por ejemplo el teatro español clásico, por supuesto no tiene las unidades, y mucho menos, pero se conserva, por lo menos en cada escena. Pero en todo caso hay un intento de la fragmentación de perspectivas, de los cambios de lugar, de los cambios de escenario. Naturalmente sí, la posibilidad técnica que tiene el cine, pero lo consigue en cierto modo el teatro, ese teatro, concretamente el teatro clásico español, que en inglés, es Shakespeare, no en cambio el teatro clásico francés, el teatro de Racine, de Corneille, de Moliere, no tiene eso, evidentemente es algo muy distinto.

Esto es capital. Pero luego lo que ocurre, y esto es a última hora lo más importante, es que esa manera cinematográfica propia del cine, esa manera que tenemos de percibir, esa forma de percibir que es constitutivo de las películas, lo trasladamos después al mundo real. Y entonces resulta que se nos ha desarrollado una cierta manera cinematográfica de ver la realidad.

Y en una gran proporción la vemos cinematográficamente. Yo creo que si se pudiera analizar, es muy difícil hacerlo, cómo ve el mundo y cómo vive, con un proyecto de transformación y convivencia de una persona con una vida en el cine, una persona formada en el cine, o una persona que no lo ha sido. Es muy interesante y creo que no se ha intentado nunca, pero sería interesante analizar la forma de convivencia de la persona la situación cinematográfica de hoy en día.

En el aspecto de la relación amorosa la influencia del cine es extraordinaria. La experiencia cinematográfica ha sido uno de los instrumentos de la movilización sentimental de los más poderosos. En este sentido ha sido algo absolutamente decisivo.

Lo que había sido en otros tiempo de la lírica, lo ha sido el teatro, finalmente, en un modo muy complejo, el cine. La verdad es que se ha trasladado a otra dimensión, a otro plano, y es un instrumento absolutamente distinto. Es evidente que la pedagogía ha visto con malos ojos la ficción, pero para vivir la vida humana, se trata de constituir la propia. Era muy importante consultar a los viejos. Los viejos Los la habían visto, han construido la vida en todas sus partes. El viejo conocía desde el nacimiento hasta la muerte. Los demás. El viejo conocía la vida de todos, claramente el viejo, mayores y menores. Por eso, los senados han tenido mucha importancia. .

Ahora, la ficción nos da una especie de mapa abreviado de la vida humana. La novela, si es larga. en unos días, en unas semanas, podemos decir que asistimos la totalidad de la vida completa, imaginariamente, es el tiempo real. El plazo más breve, el tiempo más breve, es el de una película , una película, que dura una hora y media, pero además, con una visualidad, con una intuición directa que, naturalmente, la lectura no lo conoce.

Así pues, vivíamos como un equipo de conocimiento del tiempo, como un equipo de dilatación imaginaria, inspiración física del tiempo real. En definitiva, la ganancia que hemos tenido, esto se siente también en la televisión, pero que no tiene lo que tiene el cine: la oscuridad y la pantalla grande, que permite una mayor atención. Con la magia que el cine solo puede ofrecer.

Aunque ahora existen las pantallas de los cines pequeños, en que la pantalla de cine es un término medio entre la verdadera pantalla y la verdadera televisión, y da una visión muy precaria y no tiene esa magia, no tiene la verdadera pantalla en la sala, solo cada espectador con la pantalla ingresa en ese mundo mágico, en ese mundo difícil. Entonces, hay una transformación fundamental, insisto, no ya del cine, no ya cuando vamos al cine, sino cuando estamos fuera de él, cuando vivimos la realidad. E insisto, porque es quizá lo más importante, en que las relaciones personales, las relaciones que tenemos con las demás personas, están transformadas también por el cine.

Y es evidente, por ejemplo, que la distancia, la identificación, la interpretación de los detalles, piensen ustedes, recuerdo, por ejemplo, que hay una película bastante antigua, había un momento que aparecía una mujer en la escena y había un momento en que la luz hacía brillar un anillo en uno de sus dedos. Esto era, naturalmente, explicar que aquella mujer era una mujer casada. Claro, el cine no exhibía la partida de matrimonio.

Ni se decía, ni se explicaba, simplemente brillaba un anillo y esto interpretaba la realidad de aquella mujer como casada. Por ejemplo, las conexiones en el cine, que eso que no entendía bien el que empezaba a ver cine o era ya muy maduro cuando empezaba a verlo, no entendía las conexiones, no era capaz, no entendía bien la acción. En cambio, hay casos literarios interesantísimos en que esto se hace, por ejemplo, esa maravillosa novela, para mi gusto, de Azorín Doña Inés que está escrita para el cine, es absolutamente genial, está hecha, está vista cinematograficamente.

Y es la época en que Azorín, que estuvo veinte años, o veinticinco, sin ver cine, por diferentes razones, y de repente descubrió el sonoro, el color, y dice, los labios gordezuelos de Ingrid Bergman. Entonces se produjo un entusiasmo por el cine, y iba a ver un programa doble todos los días. Andaba por los cines de cerca de su casa, en la calle Zorrilla, y por los cines del barrio, que había muchos, entonces todavía había algunos, pero había más, iba todos los días a un programa doble y escribió sobre el cine bastante.

Y además, cuando se hablaba del cine, se animaba, y era un hombre de pocas palabras, cuando se hablaba del cine también se animaba y se volvía locuaz. Y esto fue, pero su novela es de 1925, "Doña Inés" es de 1925, es decir, la época en que no había ido apenas al cine, y sin embargo, tiene tal talento literario que descubre lo que el cine aporta como medio de presentación de las formas de la vida. Miro el reloj, porque nos han dicho que esto se debe de terminar antes de las nueve, y no quiero prolongarlo más que la cuenta.

Como ven ustedes, por tanto, el cine significa un órgano perceptivo. Es decir, ha ejecutado una dilatación, una transformación, precisamente, de lo que es la dimensión perceptiva del hombre. Al decir perceptiva, hay que añadir algo.

La percepción humana no es mera percepción. Ustedes comparen, por ejemplo, la visión humana con la visión de la cámara fotográfica. La cámara fotográfica simplemente capta lo que hay, lo que es visual. La mirada no. Porque la mirada no es mera visión, una cosa es ver, otra cosa es mirar. La mirada significa una presión sobre las cosas.

La mirada significa una cierta atención. Por lo pronto, la orientación de la mirada hace que unos objetos u otros coincidan con la mancha amarilla de la retina. Es decir, yo, en este momento, los miro a ustedes y diríamos, a la mayor parte de ustedes, los veo, pero no los estoy mirando propiamente. Los veo borrosamente. Los veo, el español dice, con una expresión graciosa, con el rabillo de ojo. Pero, naturalmente, yo me fijo en algunos de ustedes y, en cambio, los voy enfocando. Fijo a la mirada en uno u otro de ustedes y, entonces, los veo con un relieve, con un detalle, evidentemente, que la cámara, no, la cámara es neutral. La cámara fotografía todo con indiferencia. Lo único que actúa es, naturalmente, la distancia.

Algún problema de perspectiva. Lo que está lejos apartará muy pequeño. Lo que está en primer plano apartará mayor. Naturalmente, la iluminación tiene datos objetivos, pero la cámara no mira. La cámara es fotográfica. Pero la cámara, la cámara cinematográfica sí.

Ah, claro, entonces, les decía que es un dedo que señala. Porque cambia de orientación, señala las cosas. Por ejemplo, aparece una escena. Aparece una escena y es una muchedumbre que llena una calle o que sale del metro. Y nosotros, inmediatamente, vemos que una muchacha con un pequeño sombrero va a ser la protagonista. No nos han dicho nada, sí, pero la cámara se ha fijado en ella.

La cámara la ha enfocado especialmente. La ha aislado. Hay un tipo de percepción muy curiosa, que yo no sé si los fisiólogos o los psicólogos la han conseguido explicar o no, pero es un hecho evidente. Si una persona, un hombre, en este caso tiene que ser un hombre, entra en un lugar en el que hay muchas personas o en el metro cuando está lleno, si hay una mujer bonita, la ve inmediatamente. No sé cómo. Yo no lo he explicado, pero es un hecho. La ve inmediatamente. No ha visto a los demás. Las mujeres, quizás, para ser algo parecido, a lo mejor, no es un hombre bonito, quizás sea otra cosa. No lo sé, pero probablemente sea otra cosa. En fin, nunca he tenido la experiencia y no hablo de lo que no entiendo. Pero en el caso del hombre es absolutamente claro.

Incluso a veces ocurre en una fotografía, una fotografía en la que hay muchas personas. Uno la mira, la mira 10 segundos y ve una cara bonita que hay. Hay algunas, o a veces hay sólo una, o a veces no hay ninguna y lo cual es... Es decir, esto justamente es un fenómeno que no entiendo bien porque es instantáneo.

Bueno, el cine enfoca, en cierto modo, la cámara cambia de punto de vista, establece las conexiones, salta de un punto a otro, es decir, establece articulaciones y conexiones que no son las conexiones meramente visuales, pasivas. Por eso es muy distinto de lo que decía de la cámara fotográfica. Fíjate que son fotografías. El cine lo que hace es fotografiar. Ah, sí, fotografiar pero con una cámara en movimiento. Y entonces, justamente altera todo el sistema perspectivo y significa, claro, un enriquecimiento prodigioso, que en general no nos damos cuenta porque es algo habitual y porque además no le damos importancia.

El cine es una operación trivial, vamos para divertirnos, es un aparato, es una técnica más o menos complicada. Se está perdiendo a fuerza de técnica, piensen ustedes que es muy frecuente que la acumulación de técnicas y de efectos especiales hace que esto, que es el verdadero enriquecimiento, que es el valor perspectivo que el cine añade a la percepción normal de la realidad. No nos dan tiempo.

El cine a veces nos da tanta cantidad de cosas, de episodios, de explosiones o lo que sea, ¿no? Que no nos deja ver, lo mismo que a veces es el sonido. El ruido frecuentemente no nos deja ver. Hay un hecho, yo muchas veces me quejo de que en el cine la música, a veces se emplea y viene maravillosamente a veces, otras veces es un desastre.

Hay escenas por ejemplo en las cuales se está oyendo música que no hace más que impedir la visión. Hace poco vi una película que estaba sumergida la música toda y la película. Y en el 90% de los casos sobraba. Pero claro, como ven ustedes, esto, repito, no nos damos cuenta, no lo advertimos a fuerza de habitualidad y a fuerza de trivialidad y de no darle importancia. En definitiva, es curioso también ese giro español y de todas las lenguas, que es darle importancia a las cosas. Las cosas tienen importancia. Siempre en gran parte es la que les damos. Si no se las damos, a veces no la tienen, a veces se imponen con su importancia, pero muchas veces no.

Y es evidente que el cine se toma de una manera muy trivial. Al cine normalmente no se le da importancia. Lo cual es bueno en un sentido, que es que el cine durante casi toda su historia, hasta hace poco tiempo, se ha visto en estado de inocencia. La gente iba al cine porque se divertía, porque le gustaba. No era pedante, no sabía quiénes eran los directores, le gustaban unos actores especialmente. Luego después ya empezó la gente a ser más sabedora de cine, a conocer más cosas, a tener erudición, a tener cierta pedantería, y frecuentemente, a ver películas que no les gustaban. O desdeñar a las que más les gustaban. Cosa que es muy mala. Esto es una tendencia que ocurre en muchas cosas, como en la música, o en la literatura, en la pintura, en el cine.

En casi todo ocurre. Pero en el cine ha sido muy visible porque el cine fue inocente. Diríamos hasta hace quizá 30 años o algo parecido, que el cine se veía en estado de inocencia. Es lo más creador. Yo siempre creo que el estado de inocencia es lo más creador que hay. Cuando se pierde la inocencia, se pierde la percepción.

Como ven ustedes, por tanto, significa el cine una transformación de la vida real. Y entonces esto quiere decir que la realidad humana ha cambiado en el espacio de un siglo. Y ha cambiado desigualmente. Ha cambiado en gran parte de un modo cuantitativo. ¿Cuánto cine se ve en cada país? Yo estuve hace bastantes años en la India. Me encontré con una sorpresa. Era el país en que la producción de cine era mayor del mundo. Cosa que yo no sabía. Y en un país en que una gran parte de la población era muy pobre. Muy pobre. Y comía poco. Muy poco.Y mal. Había largas colas delante de todos los cines porque la gente se gastaba las pocas rupias que tenía en ver películas. Hasta el punto de que me hablaron de una actriz muy notable. Que entusiasmaba a los públicos del sur de la India y quise verla. No lo conseguí. Nunca conseguí la entrada. Es decir, que la gente se privaba de lo más necesario. Incluso de la comida. ¿A cambio de qué? De nada. De unas imágenes. Unas pocas imágenes.

Me pareció humano. Me pareció admirable. Entonces, evidentemente, la cantidad de cine que tiene cada vida es cambiableEs variado. Depende de las épocas. Depende de los países. Depende de la visión. De las condiciones. De qué se vive. O del lugar en el que se vive. En esto, la televisión es un sucedáneo del cine, pero ha difundido en los lugares en que no hay cine que son innumerables, naturalmente. La televisión lo suple. No se puede desdeñar tampoco. Es algo muy valioso. Como vemos, es, por consiguiente, la realidad misma del hombre se ha transformado mediante el cine.

Por eso, estamos hablando de antropología cinematográfica, si ustedes tienen paciencia y me quieren acompañar, exploraremos esta nueva realidad. Muchas gracias.









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