Artículo de Julián Marías en el periódico ABC, el 2 de abril de 1998. En dicho escrito denuncia la falsificación de algunas figuras destacadas de la vida española, con afán de desorientación. Es el uso de la mentira como sistema, cuyo fin es que los españoles no tengan referencia de comportamiento.
Recientemente ha ocurrido con Cervantes, como ocurrió con Ortega, que es el caso que dio origen a este artículo:
Monederos falsos
Los billetes del Banco de Francia llevaban una inscripción: «Los falsificadores serán condenados a trabajos forzados a perpetuidad». La idea era que los falsarios tuviesen que imprimir su propia sentencia. Ahora ambas nociones, la de trabajos forzados y la de perpetuidad, están relegadas al olvido. Tal vez por esto, la profesión de falsificador está más difundida y es más rentable que nunca. Se falsifica moneda, billetes de banco, como antes; más aún, tarjetas de crédito, documentos de identidad, pasaportes, visados. El diccionario académico define así «monedero falso»: «El que acuña moneda falsa o subrepticia, o le da curso a sabiendas». Esta definición cubre lo que podríamos llamar el «campo de aplicación» de la falsificación actual, que va mucho más allá de lo estrictamente económico, aunque obtenga considerables rentas. El ámbito preferido de la falsificación actual es la historia, que se distorsiona, falsea o simplemente inventa con casi total impunidad, ante la indiferencia de muchos. Los ejemplos son manifiestos, y pueden pagarse al precio de miles de muertos. Pero, a menor escala, la falsificación se extiende a realidades más reducidas; una porción de un país, una época, algunas personas individuales. La tergiversación, la omisión, la invasión de la intimidad, la simple difamación, están a la orden del día.