viernes, 12 de julio de 2024

La vocación occidental de los Estados Unidos

 Artículo publicado por Julián Marías en 1976, con motivo de la celebración del segundo centenario de la Independencia de los Estados Unidos. Muy necesario de recordar, dadas las disparatadas interpretaciones de la realidad europea y americana que tenemos que sufrir diariamente, por los alucinados medios de comunicación que surgen como moscas en el mundo de hoy.


La vocación occidental de los Estados Unidos


por Julián Marias


Este año 1976 se recuerda el segundo centenario Independencia de los Estados Unidos. Entre 1776 y 1976 median dos siglos, que es siempre muy largo tiempo. Pero además, la existencia de los Estados Unidos como nación independiente coincide con la fase en que verdaderamente se ha acelerado el tempo de la historia. Es decir, que si se considera la variación, estos dos siglos corresponden a periodos mucho más largos en la mayor parte de las épocas. Los Estados Unidos nacen como tales al final del Antiguo Régimen. Mejor dicho, su nacimiento fue el comienzo de la crisis de ese Antiguo Régimen, y desde entonces el orden establecido en el Renacimiento empieza a quebrantarse, la instalación de los pueblos europeos en un sistema de singular estabilidad se hace problemática, el horizonte político e histórico se amplia enormemente, y precisamente por la presencia autónoma de los Estados Unidos; poco después, y en evidente conexión, se independizan los países de la América hispánica; y en los decenios que siguen se inicia y desarrolla la revolución industrial, que va a permitir a los pueblos occidentales pasar, en todo, a otro orden de magnitud. La aceleración histórica de estas dos centurias nos hace ver la breve historia de los Estados Unidos como un proceso rico y complejo, como una enorme transformación.


Añádase a esto, que la realidad misma de los Estados Unidos como país es bien distinta de la que era entonces. De los trece estados originarios a los cincuenta actuales, la distancia es enorme; de los diez millones de habitantes a los doscientos veinte de hoy, el crecimientos es tal, que es otra cosa que un crecimiento; cualquier dato americano de 1776 se ha de multiplicar por un coeficiente tan alto, que reclama explicación, y además lo cuantitativo es tanto, que adquiere valor cualitativo.

Y, sin embargo, la identidad es evidente: el país que hoy llamamos Estados Unidos es sin duda el mismo que se independizó hace dos siglos, aunque su territorio sea muchas veces mayor, y por tanto casi todo el actual no fuera entonces parte del nuevo país, aunque se haya alterado profundamente la composición étnica, y solo una fracción de los americanos actuales sean descendientes de los que en 1776 vivían el el país originario. Lo cual prueba, una vez más, que un país no es primariamente un territorio, una raza, una religión, una lengua, ni siquiera un pasado, sino un proyecto, una empresa histórica, un principio programático de organización social.

Sobre los Estados Unidos se han escrito biblioteca enteras, yo mismo he contribuido con dos volúmenes a ellas (1); con ocasión del segundo centenario, miles de personas están escribiendo y hablando sobre innumerables aspectos de ese ese país y de su historia, poco podría añadir. Si acaso, considerar el tema desde un punto de vista que no sea enteramente tópico: la convergencia de la perspectiva española con la visión occidental de los Estados Unidos. Intentare explicar en que puede consistir la novedad de este enfoque.

Es frecuente que los americanos consideren su Independencia como un asunto “suyo”, interno, como una ruptura con Inglaterra, y por tanto como un comienzo de aislamiento. Al independizarse, se separaron de la Metrópoli, y en ese sentido se quedaron solos. La Independencia, pues, afectó a los nacientes Estados Unidos, al constituirlos como nación soberana, y negativamente a Inglaterra, que “perdió sus Colonias de la América septentrional”. Para los hispanoamericanos, se trata del primer país del Continente que logra su independencia y se afirma como país autónomo, y por consiguiente del modelo de su propia conducta unos cuantos decenios después. Desde el punto de vista europeo, la Independencia americana es algo que aconteció “lejos”, al otro lado del Atlántico, que dio origen a un país remoto de poca importancia, incomparable con las grandes potencias europeas y bastante ajeno a ellas.


(1) ”Los Estados Unidos en escorzo” (1955, 6 ed. El Alción, Revista de Occidente, Madrid, 1972) y “Análisis de los Estados Unidos” (Guadarrama, Madrid, 1968). Juntos, en ingles “América in the Fifties and Sixties” (Pennsylvania State University Press, 1972)


¿Fue así como aconteció el suceso que estamos recordando? ¿No se proyectará sobre él un conjunto de esquemas que hoy nos parecen válidos, pero que no lo eran fines del siglo XVIII? Por lo pronto, Europa estuvo bastante mezclada en la Independencia americana. Se pensará en Lafayette. Sí, pero no únicamente. La idea dominante es que Francia ayudó a los trece Estados a conseguir su independencia, y que España, unida entonces políticamente a Francia por el Pacto de Familia, secundó esta ayuda, como una manera de hostilizar a Inglaterra, en guerra frecuente con las dos Monarquías borbónicas.

Las cosas son un poco distintas. La conexión de España con los Estados Unidos nacientes fue mucho más próxima de lo que se piensa. Para España no se trataba de nada remoto y exótico, sino al contrario: algo bien próximo: un vecino. Desde 1763, Francia había cedido sus posesiones canadienses a Inglaterra, y la Lousiana a España (hasta 1800), en 1776, no tenia ningún territorio lindante con los nuevos Estados Unidos, ni siquiera cercano. España, en cambio, estaba en la Florida - lo más antiguo de lo que hoy llamamos Estados Unidos-, en la enorme Louisiana, que llegaba hasta parte de la actual Oklahoma, en lo que hoy son los estados del Suroeste, entonces parte del Virreinato de Nueva España. Para los españoles, lo que pasara en los Estados Unidos era asunto cercano y casi propio.

Se dirá: no exactamente para los españoles, sino para los habitantes de la América hispánica. Esto nos lleva a un segondo retoque de la perspectiva habitual. Todavía en 1812, en la Constitución de Cadiz, en el articulo 1º, se dice taxativamente: “La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”. Adviértase que ni siquiera dice de Europa y América, o de ambos Continentes, sino de amhos hemisferios, que lo comprende todo, desde España a América, Micronesia o Filipinas. Y en el articulo 5º se define como españoles, en primer lugar, a “Todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de estos” Y en cuarto lugar “Los libertos desde que adquieran la libertad en las Españas”. Y en el capitulo que trata «Del territorio de las Españas”, el artículo 10 prescribe: «El territorio español comprende en la Península con sus posesiones e islas adyacentes, Aragón, Asturias, Castilla la Vieja. Castilla la Nueva. Cataluña, Córdoba, Extremadura, Galicia, Granada, Jaén, León, Molina, Murcia, Navarra, Provincias Vascongadas, Sevilla y Valencia, las islas Baleares y las Canarias con las demás posesiones de África. En la América septentrional. Nueva España con la Nueva Galicia y península de Yucatán, Guatemala, provincias internas de Oriente, provincias internas de Occidente, isla de Cuba con las dos Floridas, la parte española de la isla de Santo Domingo, y la isla de Puerto Rico con las demás adyacentes a éstas y al continente en uno y otro mar. En la América meridional, la Nueva Granada, Venezuela, el Perú, Chile, provincias del Rio de la Plata, y todas las islas adyacentes en el mar Pacífico y en el Atlántico. En el Asia, las islas Filipinas, y las que dependen de su gobierno.”

Adviértase el carácter unitario de ese territorio español, sea cualquiera su dispersión geográfica. No dice la Constitución que el territorio español se compone de tales o cuales regiones de Europa, America, etc., sino que “en la Península”, “en la América septentrional”, “en la América meridional”, “en Asia”, comprende tales países. Y esta concepción se refleja admirablemente en las firmas de los diputados que aprueban la Constitución, en el Cádiz asediado por las tropas napoleónicas, el 18 de marzo de 1812: allí se mezclan, sin distinción alguna, desordenadamente, diputados por la ciudad de Teruel, la provincia de la Puebla de los Angeles, Valencia. Guadalajara, capital del Nuevo reino de la Galicia, serranía de Ronda, reino de Murcia, Cuba, Sevilla, Galicia, Panamá, Canarias, Extremadura, Cádiz, Tlaxcala, Nuevo reino de Granada, provincia de Zacatecas, Costa- Rica, principado de Asturias, ciudad de Palma, Junta de Asturias, Segovia, Cuenca, Soria, Álava, Granada, la Mancha, Burgos, Nicaragua, León, provincia de Cádiz, reino de Jaén, Méjico. Santo Domingo, Valladolid, Guanajuato, Nueva España, Durango, capital del reino de la Nueva Vizcaya, Aragón, la ciudad de Peñíscola, Tabasco, Montevideo, Cataluña, La Habana, Guatemala, la ciudad de Cervera, Zamora. Querétaro, Puerto Rico, provincia de San Salvador, la ciudad de Tortosa, Veracruz, Palencia, Filipinas, Guipúzcoa, Buenos Aires, Maracaibo, Gerona, el Perú, provincia de Tarma del Perú, Trujillo del Perú, Navarra, Ávila, Salamanca, Córdoba, Molina, Yucatán, Guayaquil, Honduras, provincia de Cohahuila. Badajoz, Vizcaya, Chile, Toledo, las siete ciudades del reino de Galicia, la provincia de Orense de Galicia, Gran Canaria, Toro, Venezuela, Chiapa, provincia de Valladolid de Mechoacán, y finalmente Madrid. Todos juntos, los “españoles europeos” y los “españoles de Ultramar”; en suma, los diputados de las Españas.

Este era el país vecino de los Estados Unidos, estos eran los españoles, vecinos de los americanos. Pero al llegar aquí alguien dirá: ¿Por que llamarlos “americanos”? Ya sabemos que los naturales de los Estados Unidos, abusivamente, se llaman “americanos”, como si los demás habitantes del Continente no lo fueran, en vez de decir, si acaso, “norteamericanos”, ¿por qué adoptar en español su uso? ¿Qué innovación “imperialista” es esta?

Bueno, quizá las cosas no sean exactamente como se piensa. En un despacho reservado del Conde de Aranda, fechado el 7 de junio de 1776 - un mes antes de la Independencia -, se trata de la ayuda militar española a “los Insurgentes de América” y dice Aranda que “en Liege y otras partes se trabajaba para los Americanos”. El 28 de junio habla de “las 13 Colonias”, el 12 de julio, de las “Colonias americanas que resisten el dominio Inglés”, el 7 de setiembre, de un «Americano de nacimiento, Mr. Hopkins”, el cual le ha preguntado “si la España permitiría que los americanos entrasen en sus puertos, así de Europa como de América, con presas Inglesas y Portuguesas”; el 21 de octubre, Grimaldi se refiere a “la pregunta de que si se permitirá a los Americanos llevar a nuestros puertos de América las presas”; el 13 de enero de 1777, con motivo de la llegada del Doctor Franklin París, hahla varias veces de los “Americanos”, “el Congreso Americano”, etc. Por si esto no fuera suficiente, en otro documento de la misma fecha, Aranda usa estos nombres con más detalle y significación.

“Proponen los Americanos – escribe - solamente la buena amistad y Comercio recíproco, pero, si es suficiente para la Francia, no seria adaptable a la España, sin limitar que se entienda solo, y estrechamente con su Reyno en Europa; porque si la concesión se extendiese también a sus dominios de América, quedaría perdido el Comercio Nacional. De esta reflexión bien es creíble, que las provincias Unidas Americanas se hiciesen cargo, contentandose con reducir su correspondencia y tráfico a la España Europea.” Es decir, si se dice simplemente “España”, se entiende todo, si se quieren excluir territorios españoles de América, hay que decir “el Reino de España en Europa” o la “España Europea”. Los ejemplos se pueden multiplicar hasta el infinito. Documento tras documento, referencia tras referencia en las Gacetas de la época, en el siglo XVIII se habla de “americanos” y nada más; nadie dice “norteamericanos” (me nos aún yankees o “yanquis”, a pesar de que en aquellas fechas tendría más sentido).


El nombre “América” apenas tenía más que un uso geográfico. La denominación usual era “las Indias”, los habitantes, cuando no eran aborígenes, o en general en cuanto pertenecientes a la Monarquía española, eran “españoles”. El gentilicio “americano” estaba, por decirlo así, vacante, y fue escogido por los fundadores de los Estados Unidos, repárese en que el nombre del país es Estados Unidos de América; si se compara con Estados Unidos del Brasil o Estados Unidos Mexicanos se ve que el verdadero nombre en sentido estricto es América, y el gentilicio correspondiente, americano (como brasileiro o mexicano) Así se llamaron los habitantes de los Estados Unidos y así fueron llamados normalmente en España; “norteamericanos” vino después, y probablemente no se generaliza hasta bastante después de la independencia de Hispanoamérica. En la Historia de España de Modesto Lafuente se habla a veces de “anglo-americanos”, expresión paralela a “hispanoamericanos”. Decir “americanos” no es una innovación impuesta por el uso de los interesados, sino volver al antiguo español. Es la expresión usada con gran frecuencia en el “Espíritu de los mejores diarios”, desde el comienzo de la publicación en 1787.

¿Cómo se veía desde España el nacimiento de los Estados Unidos? En el documento que acabo de citar, seis meses después de la Declaración de independencia, el Conde de Aranda expone la situación desde el punto de vista de los intereses de la Corona española. Baste con citar los párrafos más importantes:

“Quatro Potencias Europeas dominaban el Continente de América, la Española, en lo que posee; la Francia, en el Canadá que perdió, la Inglesa, en las Costas Septentrionales que se le han separado, y el Portugal, en su Brasil, que lo ha duplicado insensiblemente con usurpacionces a la España.

“Mientras durase esta división, las miras de la España se debían dirigir a la conservación de lo suyo, procurando el equilibrio de los otros competidores, y aun valiéndose indiferentemente de cada uno de ellos para contener al que se desmandase, pero ya muda el systema, ya son indispensables otras reflexiones politicas.

“La España, va a quedar mano a mano, con otra Potencia sola en todo lo que es Tierra firme de la América septentrional? Y qué Potencia? Una estable y territorial que ya ha invocado el nombre patricio de América con dos millones y medio de habitantes descendientes de Europeos, que según las reglas que toman para su propagación, duplicará sus vivientes cada 25 30 años y en 50 u 60 puede llegar a ocho o diez millones de ellos, mayormente que de Europa misma continuará la emigración por el atractivo que ofrecerán las leyes de aquel nuevo dominio.

“Para la conservación de sus propias posesiones de América, a fin de distraherlas del exemplo de las Colonias Inglesas desauciadas de su apoyo, a fin de impedir a éstas el socorrerlas, importa a la España el asegurarse de aquel nuevo dominio por medio de un tratado solemne, y cogiéndolo en el momento de sus urgencias con el mérito de sacarlo de ellas.

“Si antes del levantamiento de las Colonias hubiese sido de la elección de la España, el que sucediese o no habría habido, sin duda, poderosas razones para dudarlo porque en fin en questionable la diferencia de tener por vecino un Estado consistente en propiedad, o que sólo fuesen Provincias de una Corona distante; un Estado que si aumentaba como Colonia lo haría con mayor lentitud; y desprendido del vasallaje, y entregado a su progreso va a multiplicar rápidamente los medios de auge.

“Parece que aún la necesidad exige ya el asegurar ya con la nueva Potencia de América el reconocimiento de las antiguas propias posesiones...”

“Proponen amistad, y Comercio, como si fuesen ya una Potencia consolidada...”

“Los actos de unión manifiestan bien las miras con que se han resuelto a formar un Estado libre, y que su objeto es radicarlo para florecer en cultivos, artes, y Comencio; que su systema es pacífico, y consiguiente al modo de pensar de sus autores, que los más son Quakers de religión. Esta observación es importante para deducir que cualquiera medio que les abrevie su tranquilidad, y el poner mano a la obra de sus systema, será bien recibido de las Colonias, y por él se prestarán a quanto les sea arbitrable.

“De aquí nace también, que la España debería fijar sus límites para evitar cuestiones en lo sucesivo; y por que no los tenía arreglados con los Ingleses, tierra.adentro y a la espalda de las Colonias, si no se precaviese esto, con lo que ellas irán aumentando de población, y extendiéndose a voluntad, se podrán internar hacia nuestras posesiones por la espalda de la Luisiana...

“No entro en determinar quales limites convendrian, pues me reduzco a exponer que unos u otros son importantes; que la constitución de aquel país, tan cruzado de ríos y lagos, será mui apreciable a un pueblo que aumentará a pérdida de vista por la libertad y buen tratamiento de sus leyes, como por el cultivo, artes y Comercio en que fundará su felicidad...” (2).


Aranda se da cuenta, con sorprendente perspicacia, de lo que significa la aparición de los Estados Unidos. Francia ya ha desaparecido de América; ahora le toca a Inglaterra. En el Norte no quedan más que España y los Estados Unidos: “La España, va a quedar mano y a mano, con otra Potencia sola”. España, que estaba en América, que era un país americano y no solo europeo.

(2) Textos en J. F. Yela Utrilla: “España ante la Independencia de los Estados Unidos


No se le escapa a Aranda que el nuevo país “ha invocado nombre patricio de América”; y en ese puñado de hombres (“dos millones y medio de habitantes descendientes de Europeos”) ve ya una gran Potencia, “estable y territorial”, prevé el rápido crecimiento de la población, y sobre todo, por la emigración continuada de Europa, por el atractivo de las leyes. Le parece una sociedad ejemplar, que irán a buscar los europeos; y la independencia va a acelerar el desarrollo y la prosperidad; el país que acaba de nacer se comporta ya “como una Potencia consolidada”. Y Aranda ve ya que se trata de “un Estado libre”, que quiere florecer en cultivos, ates y comercio, pacífico - lo atribuye a la predominante influencia de los cuáqueros - . Y no se le oculta el impulso de crecimiento del nuevo país, que podrá extenderse a costa de España si no se fijan bien los limites, “ya que aumentará a pérdida de vista por la libertad y buen tratamiento de sus leyes, como por el cultive, artes y Comercio en que fundará su felicidad”. Palabra esta última decisiva, que aparece en la Declaración de Independencia y resonará en nuestra Constitución de 1812. Yo diría que el Conde de Aranda, desde el primer momento, imagina el futuro de los Estados Unidos como pieza decisiva del mundo occidental, de esa realidad a la cual pertenecía ya España más que ningún otro país del mundo, incluso más que Inglaterra, incomparablemente más que los países sólo “intraeuropeos”, como Francia, Prusia, etc., que impondrán en el siglo XIX su interpretación parcial de la realidad.

Por ser occidental, España podía comprender lo que iban a a ser los Estados Unidos; y este nuevopaís se encontraba con Europa “en su propio territorio”, ya que europea era su vecina principal, Es- paña. No es fácil imaginar el puesto que la Independencia de los Estados Unidos desempeña en la politica española: Aranda, Floridablanca, Grimaldi, Gardoqui, Gálvez, de un lado. Arthur Lee, John Jay, Benjamin Franklin y tantos más del otro, se afanan durante varios años por ayudar al movimiento de independencia, estipular las formas del apoyo, establecer normas de convivencia, precaver peligros, obtener las mayores ventajas, jugar con las otras Potencias, sobre todo Inglaterra y Francia. Y todavía en la “Instrucción reservada” a la Junta de Estado, en 1787, de Floridablanca, se puede ver el papel que los Estados Unidos ocupan en el conjunto de los problemas “mundiales” con los que se enfrenta la Monarquía española.

En otra perspectiva, no primariamente política, es sorprendente la frecuencia con que aparecen los Estados Unidos en el horizonte español a fines del siglo XVIII, y el prestigio que acompaña a lo americano. Don Cristóbal Cladera empieza a publicar el 2 de julio de 1787 el “Espiritu de los mejores diarios que se publican en Europa”. Ya en el número 5, el 12 de julio, aparece una mención americana: una reseña de las “Transacciones de la Sociedad Filosófica de América, establecida en Filadelfia, para los progresos de los conocimientos útiles”. “El primer tomo de estas transacciones - dice el cronista - se publicó en 1772. Las turbulencias que después agitaron a la América interrumpieron los trabajos de la Sociedad de Filadelfia, pero después de restablecida la paz sus Individuos han vuelto a emprender su trabajo literario, y han dado al público esta segunda colección de sus inquisiciones y descubrimientos.”

En el número 1 (16 de julio) hay una larga “Carta sobre el carácter de los Quákaros”, que es un violento ataque a ellos, réplica a los constantes elogios que de ellos se han hecho. En el número 13 (30 de julio) se da cuenta de una “Historia de las últimas turbulencias de la América inglesa”, en cuatro volúmenes, publicada en París por Francisco Soules. En el número 20 (16 de agosto) se comentan unas “Observaciones de Mr. Franklin sobre el paso de Terranova a Nueva York”. En el numero 35 (20 de septiembre) se informa sobre la mutación de color de “una Negra Americana natural de la Virginea”. En el número 48 (20 de octobre) se publica un Discurso sobre fue útil o no a la Europa el descubrimiento de la América, de autor anónimo, que afirma que fue útil por muchas razones, entre ellas: “Porque la América abrió un inmenso asilo a la virtud perseguida” Y termina: “¡O patria de los Francklin, de los Washington, de los Hancok y de los Adams! ¿Quien es el que desea que no hubieras existido ni para ellos ni para nosotros?”

En el mismo tono, en el número 61 (19 de noviembre) encontramos una “Refutacion de una opinión de Mr. Paw en sus Inquisiciones sobre los Americanos”.” Mr. Paw dice que la naturaleza de las tierras y las qualidades de la atmósfera de la América son muy poco favorables a sus habitantes, que los naturales son de muy inferior constitución, débiles de cuerpo y espíritu, y que los descendientes de Europeos de tal suerte experimentan la influencia del clima, que no se puede esperar de ellos cosa alguna es punto de ciencias, artes, milicia y literatura. Para apoyar su opinión cita las Colonias Inglesas establecidas en dicho continente, de las que aunque numerosas y muy pobladas no ha salido, dice en su obra, hasta ahora hombre alguno que se haya distinguido”. El crítico responde: “ Y a la verdad, la revolución que acaba de libertar a las Colonias Inglesas del yugo de la esclavitud, formando de ellas una potencia independiente, ¿no anuncia en los hombres que produce aquel país todas las facultades características de les más intrépidos v guerreros, y las que hacen mis honor? ¿Qué pueblo sí antgiuo como moderno entre todos los que presenta la historia manifestó mas virtudes, mas razón, más capacidad que los Americanos, si se tiene presente lo que hicieron en la guerra contra su Metropoli? En su conducta ha brillado un valor sin fanatismo, la mayor constancia en medio de los desastres, prudencia y temeridad en sus consejos, habilidad en la execución, paciencia en las fatigas y necesidades, y quanto puede merecer la victoria mas completa”.

Todavia en el número 67 (3 de diciembre) encontramos una información americana: se ha establecido en Filadelfia, bajo la presidencia de Franklin, una Sociedad “compuesta de muchos habitantes respetables del Estado de Pensilvania”, “para promover la abolición de la esclavitud, y para alivio de los negros privados injustamente de su libertad”. Y se dice: “Habiendo el Criador del mundo formado a todos los hombres iguales, es interés de ellos mismos consultar y llevar a su mutua felicidad como individuos de una misma familia, por más que se diferencien en el color, y en otras cosas poco esenciales y fundadas en el capricho. Las personas que hacen profesión de mantener por su propio bien los derechos del género humano, de estar sujetas a las obligaciones del christianismo, de no omitir medio alguno para que todos participen sin excepción de las delicias de la libertad, y en particular sus semejantes, que tienen derecho a ellas por las leyes y constituciones de los Estados Unidos, y que actualmente gimen en los grillos de la más dura esclavitud, son las que con mayor razón deben facilitar los medios para que se consiga este fin”; concluye: “ El Presidente de este Cuerpo es el Doctor Franklin cuyo talento patriótico y profundos conocimientos admiran todos los sabios de Europa. Los Estados Unidos de América, que protegen un establecimiento que les dará fama eterna, ya han dado algunas providencias a instancias de dicha Sociedad, pues acaba el Congreso de establecer una ley que prohibe la importación de los negros en calidad de esclavos por espacio de tres años, después da los cuales, y quizás antes, se espera con fundamento se prohiba perpétuamente”. Pocos días después, en las mismas páginas del “Espíritu de los mejores diarios” de Benjamin Franklin discurre largamente sobre navegación y sus técnicas.

Si pasamos al año siguiente, en los números 92 y 93 (2 y 4 de febrero de 1788) se extracta una carta de Boston del 27 de setiembre de 1787, que me parece de extraordinario interés. Entre otras cosas, dice el autor: “Ya por fin tenemos grandes novedades. La convención federaticia acabó sus juntas, y muy en breve esperamos ver el nuevo plan de gobierno en que se ha trabajado tres meses, y que se ha presentado al Congreso. Después que este cuerpo lo habrá rectificado se remitirá a todos los gobiernos, y el pueblo reunido, o lo aprobara o desechara sin que le sea permitido alterarlo en la menor parte. ¡Quán importante es la época en que nos hallamos! Si en otras partes reyna la enfermedad de ser demasiado gobernados, aqui padecemos la de no serlo bastante” “Podemos asegurar que los Americanos se hallan en la situación más critica, por lo que todo lo que ahora sucede debe mirarse como el precursor de la suerte que les destine el hado, ya se sujeten a la reforma que acaba de proponerles la convención federaticia, ya por la división de su unión queden sumergidos en la anarquía y en todos los males que necesariamente serán consiguientes. Esta convención se compuso de 54 individuos, y fue presidida por el general Washington y el Doctor Francklin, con lo que puede decirse que este cuerpo representaba a toda la sabiduría del continente. Quiera el genio conservador de los Americanos inspirarles el amor de la unión y las disposiciones necesarias para que hagan cuantos sacrificios sean necesarios para sostenerla”.

Asi se vio en España la Federal Constitutional Convention, que promulgó la primera y única Constitución de los Estados Unidos. Sorprende la exactitud de la información, el acierto de la valoración del acontecimiento, la conciencia de los riesgos que amenazaban y de los peligros futuros.

Todo esto sucedía - no se olvide - antes de la Revolución Francesa. Se habían proclamado “los derechos del género humano”; se había puesto en marcha la democracia hasta sus últimas consecuencias; frente a la enfermedad europea “de ser demasiado gobernados”, los americanos empezaban a sentir el riesgo de “no serlo bastante”, pero frente al peligro de la anarquía se confiaba en el genio conservador de los americanos y el amor de la unión.

Todo esto quiere decir que se había hecho la transición del Antiguo Régimen al nuevo, es decir, la democracia liberal. Cuando la Revolución Francesa se inicia en 1789, ya está consolidado el proceso de establecer una República democrática en América. Sin pasar, ciertamente, por la demagogia, ni por la dictadura militar, o por un retroceso reaccionario como la restauración borbónica. En Francia tuvieron que pasar cuarenta y un años hasta la monarquía de Luis Felipe en 1830 para que hubiese una democracia, bastante restringida, efectiva, en los Estados Unidos la hubo, mucho más amplia, desde el comienzo de la vida política.

¿Se trataba de algo exclusivamente americano, autóctono, ajeno a Europa? En modo alguno. Los fundadores de los Estados Unidos estaban impregnados de cultura europea, de las ideas del viejo Continente, al que nunca se han considerado ajenos los americanos. En mi último libro hay un párrafo que quiero recordar: «En rigor, la cosa vino de América del Norte. La crisis del 'antiguo régimen´ se inicia en la costa nordeste de lo que van a ser los Estados Unidos, lo que pasa es que ese régimen, más que 'antiguo' es ajeno, el británico, y les americanos, al constituirse como tales, lo hicieron “positivamente”, y se ahorraron la demagogia, el extremismo y, por consiguiente, la reacción. La Constitución de los Estados Unidos inspirada, naturalmente, en ideas europeas: uno de los primeros ejemplos de Occidente funcionando como tal, significó tal acumulación de libertad potencial, que al cabo de doscientos años sigue con una vitalidad de la que acabamos de tener ejemplo dramático” (3)

“Occidente funcionando como tal” No seria una mala definición de los Estados Unidos. Ha habido momentos en que esto no ha funcionado: se ha tratado de una tentación llamada aislacionismo, que nunca triunfa. Ya quisiera yo que se pudiera decir lo mismo de Europa. que ésta resistiera igualmente las tentaciones de “europeísmo exclusivista”, de infidelidad a su condición abierta, transeuropea, atlántica. El hecho de que hayan dado el tono en Europa durante gran parte de los dos últimos siglos aquellos países que han sido “intraeuropeos” o “solo europeos” (y por tanto, un poco menos europeos), ha hecho posible esa tentación. España, Portugal, Inglaterra, no hubieran caído espontáneamente en ella, porque su propia condición lo impediría. España, menos que ninguna otra nación, porque fue la inventora, al mismo tiempo, de la nación moderna y la trasnación. superadora, la comunidad de pueblos unidos en una misma empresa. Sucedió hace medio milenio: Castilla y Aragón, al unirse, inventaron a la vez España y las Españas. No se ha visto bien todavía cómo los Estados Unidos llevan dentro, desde el primer día, el hallazgo de su vecina España. Quizá porque España se ha dedicado desde entonces a olvidarse de si misma.


(3) La España real Colección Boreal, Espasa-Calpe. Madrid, 1976,




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