sábado, 14 de enero de 2023

Julián Marías y la realidad histórica de España

 Conferencia impartida el año 2004 por Gonzalo Anes, en aquellos momentos director de la Real Academia de la Historia, en el Casino de Madrid, para conmemorar los noventa años de Julián Marías.



   JULIÁN MARÍAS Y LA REALIDAD HISTÓRICA DE ESPAÑA


Muchas gracias al Presidente del Casino de Madrid, embajador García Miranda por acordarse de mí para que participase en este ciclo de conferencias en homenaje a Julián Marías con motivo de su noventa cumpleaños, y muchas gracias a mi querido y admirado amigo Helio Carpintero por las palabras que me ha dedicado.

Sobre mi trabajo y sobre lo que la Academia de la Historia hace, he de decir que lo hacemos entre muchos académicos: treinta y seis numerarios y varios centenares de correspondientes. Muchas cosas hacemos, pero es un conjunto el que toma las decisiones y el que hace las cosas.

Estamos haciendo un trabajo importantísimo, que es el Diccionario Biográfico Español, en el que están colaborando en estos momentos mil ochocientos especialistas, historiadores en diversos temas, que son los que mejor pueden escribir las biografías. Más de cincuenta mil publicaremos en este Diccionario, y me complace sobremanera, no por mi capacidad de análisis, sino por mi capacidad de agradecimiento estar presente hoy en este ciclo de conferencias y dar la conferencia final como homenaje a Julián Marías, al que me une una gran amistad hace muchos años.



Desde los años sesenta, en aquel Seminario de Humanidades del que acaba de hablar Helio Carpintero, en el que tanto aprendimos todos, no solamente de Julián Marías, sino del grupo de profesores y de estudiosos que lo integraban, de maestros: Melchor Fernández de Almagro, Manuel Terán y tantos otros.

Quiero muchísimo y admiro muchísimo a Julián Marías, porque lo considero un hombre ejemplar absolutamente en todo, en su saber, en su objetividad, en su independencia que mantuvo durante toda su vida, es una línea recta que nunca tuvo zig-zag; y que por consiguiente, nunca fue valorado de la manera que debiera de serlo, porque siempre estaba en desacuerdo con las realidades que a él no le parecían que fueran las mejores, con conductas que él pensaba que podían ser distintas.

Siempre dijo lo que tenía que decir, nunca dejó de decir las cosas que pensaba; las dijo por las vías que pudo en cada momento y se expresó con toda sinceridad y con toda franqueza. Fue siempre en España un faro que nos iluminó a los más jóvenes sobre cómo hay que hacer las cosas, sobre cómo tenemos que comportarnos y sobre cómo hay que estar.

Me interesa mucho el pensamiento de Julián Marías, lo he seguido siempre muy de cerca, he leído muchísimo de lo que él publicaba, era fiel lector de sus terceras de ABC que siempre eran una lección, como sus libros.

Julián Marías no es historiador, es muchas cosas, pero no es historiador; es sociólogo, es filósofo lo primero, es estudioso de todo lo que despierta su curiosidad, que es todo. No es un historiador pero nos da grandes lecciones a los historiadores por su capacidad de análisis, por sus reflexiones sobre lo que nosotros escribimos, que lo sigue y lo sigue inteligentemente.


Sabe, Julián Marías, seleccionar lo que de verdad da una información válida para poder interpretar realidades del pasado que a él le interesaban, y en este sentido su obra, sus últimos libros son, sobre todo, una lección en la que los historiadores tenemos que aprender permanentemente. Hablo de “ España inteligible “, que se publicó por primera vez en 1985 y se ha reeditado muchas veces, debe llevar ocho o diez reediciones. Un librito muy importante también es “ España ante la Historia y ante sí misma (1898-1936) “; se publicó en 1996 y también se ha reeditado varias veces.

En estos libros, sobre todo en el primero; “ España inteligible “, reflexiona Julián Marías sobre el caso especial de España respecto a otros países de Europa. En ningún otro país ha habido tanta preocupación, tanto interés por averiguar lo que España es; ¿ Que es España ?, ¿ Es inteligible lo que España es ?, ¿ No lo podemos entender ?. Tenemos las obras de Américo Castro y el debate que se entabló con Claudio Sánchez Albornoz, que escribió “ España , un enigma histórico “, libro publicado en dos grandes volúmenes, reeditado varias veces.

¿ Es que España es algo enigmático? ¿ Es algo que no se puede entender sin profundas reflexiones ? En otros países de Europa no de hacen estas preguntas, ningún francés se interesa mucho por lo que pueda ser Francia, da por hecho que Francia es algo inteligible y , por lo tanto, no merece la pena reflexionar sobre lo que pueda ser. Puede interesarle la Historia, pero no poner en duda, ninguno pone en duda, la entidad de Francia y el hecho de que Francia es una nación.

En España se pone en duda su condición nacional, lo que sorprende muchísimo a Marías y piensa incluso que esto podría ser síntoma de una especie de humanización de la sociedad española, en el sentido de que lo mismo que las personas se preguntan por lo que son, por lo que hacen en el mundo, a dónde vamos, que significa nuestra vida; así los españoles al preguntase por su ser se humanizan cómo sociedad.

Julián Marías en estos libros antes citados pasa revista a los rasgos esenciales de la Historia de España, esos rasgos que permitirían, una vez que se estudiaran, averiguar lo que España es y observa que en estos rasgos hay interpretaciones diversas y falsedades en cuanto a la comprensión de estos rasgos. Voy a ennumerarlos, y aunque no me puedo ocupar hoy de todos ellos, haré unas reflexiones breves sobre algunos de ellos y me detendré un poco más en dos que me parecen esenciales.

Lo musulmán: esa idea folklórica en el siglo XIX, que arranca ya del siglo XVIII, de que España es un país diferente de Europa por la influencia tan grande de lo musulmán en España y que tiñe todas las realidades españolas del presente: el aspecto de las mujeres del sur de Europa en el siglo XIX; el que las canciones, el arte flamenco, tantas costumbres, se veían como herederas del Islam; lo que diferenciaba a España del resto de Europa.

Luego viene el resultado de ser una potencia hegemónica; España lo fue desde finales del siglo XV hasta el siglo XVIII, con diferencia y sin discusión lo fue en el siglo XVI. Cuando una potencia es hegemónica, el caso de la Monarquía Hispánica, surgen siempre diatribas, interpretaciones de su Historia sumamente negativas y una propaganda general que trata de cambiar la forma de pensar de las gentes para convertirlas en enemigos de esa potencia hegemónica a la que se envidia y, sobre todo a la que se teme.

No tenemos que salir de nuestra época para comprobar que esto es así. Piensen ustedes en los Estados Unidos de América, sin duda ua gran potencia, potencia hegemónica en el mundo de hoy, pues bien, es difícil ver en el mundo algo tan difundido como una actitud negativa hacia todo lo que proviene de los Estados Unidos, hacia toda su Historia, y una falta de reconocimiento de lo que los E.E.U.U. significaron en los últimos siglos de la Historia Mundial , sobre todo en el siglo XX. También tiene su Leyenda Negra por ser potencia hegemónica.

La Leyenda Negra de lo Estados Unidos, esto recuerdo habérselo oído a Julián Marías, se difundió de forma portentosa, en su eficacia, desde los años 1920-1930 hasta el presente. Merecería que se estudiase detenidamente cómo fue posible difundir ese antiamericanismo en el mundo desde la Unión Soviética principalmente. Recuerdo haber oído a Julián Marías describir la gran eficacia de dicha propaganda, pues convenció a los correligionarios y además a la gente más conservadora. Hagan ustedes unas averiguaciones en el presente y observarán que gentes sumamente conservadoras y tradicionalistas piensan de los Estados Unidos parecido a como puede pensar un militante de un partido comunista.

En España pasó lo mismo que lo que hemos visto con los Estados Unidos en el siglo XX. La Inquisición es una cruz que España tiene clavada en su Historia, es un baldón como la expulsión de los judíos y de los moriscos. Se atribuyen estos hechos como algo exclusivo de España, sin embargo, como sabemos muy bien, los judíos fueron expulsados de todos los países de Europa, incluso siglos anteriores; los moriscos expulsados entre 1609-1614, los judíos en 1492. En el mundo de hoy se recuerda la expulsión de los judíos de España mucho más que las persecuciones hitlerianas, que ya es decir.

A los judíos españoles se les daba la oportunidad de convertirse y no se les perseguiría, podían seguir viviendo en sus casas y dedicarse a sus trabajos. Se bautizaban y nadie averiguaba si ese bautismo era o no era, si le salía de dentro o no. Piensen en el trato de Hitler a los judíos, no quiero detenerme en ello, pero lo que es cierto es que está mucho más presente en la mentalidad de la gente la expulsión de los judíos en el siglo XV que el Holocausto Hitleriano. Bien y así sucesivamente.

La Destrucción de las Indias: capítulo esencial de la Leyenda Negra; parte de Bartolomé de las Casas al dar una versión sumamente negativa, exagerada y falsa en gran medida de las realidades, del comportamiento de los españoles en América. Se empezó publicando en España, luego pasaron sus escritos al extranjero, publicándose en varios idiomas europeos. En Holanda se ilustraron de una forma absolutamente llena de falsedades, como si los españoles mataran a los indios y luego vendieran, después de abrir en canal sus cuerpos, las diversas partes de su anatomía en las carnicerías; eso en Holanda.

Es explicable que se critique y se calumnie al país hegemónico desde fuera. Lo que ya no tiene clara explicación es que esas versiones tan negativas vuelvan a su lugar de origen y aquí sean recibidas como si fueran hechos reales, aceptadas por las personas que tienen mayor capacidad de crítica. Aceptar todo con la mayor resignación sin ser capaces de revisar nada. Esto es lo que es grave, pues no ocurre en los Estados Unidos hoy en día, los ciudadanos de los E.E.U.U. no reciben esas versiones negativas que se dan en casi todo el mundo sobre el comportamiento de los Estados Unidos, sin embargo en España se admite.

En España se admitió como válido el supuesto de la Destrucción de las Indias, se dio por cierto que los españoles en América habían sido sumamente crueles con los indios y nunca se reflexionó sobre el Derecho Indiano y sobre cómo la legislación española establecía el trato humano de los indios, reconociéndoles los mismos derechos que a los españoles.

Otro aspecto de la Leyenda Negra es la idea de la Decadencia, cosa que ocurre en todos los países, pero que refiriéndose a España se escribe con mayúsculas cómo si fuera inherente a la propia España.

España fue una potencia esplendorosa en el siglo XVI, en el siglo XVII decayó y esa decadencia ya va a ser definitiva; pero cómo esto no basta, a los que admiten lo de la decadencia no les basta y la prolongan hacia atrás todo lo que pueden: época de Felipe II, de Carlos V, de hecho empieza a partir de 1492.

Todo esto es algo revisable, Marías lo revisa con la información de que dispone y creo que debo rendirle homenaje hoy a Julián Marías presentando unas líneas generales sobre lo endeble de estos planteamientos.

No voy a detenerme, pues esto sí que es imposible, en la idea del “Mosaico”: España como mosaico de partes inconexas que no tienen que ver unas con otras y que cada una tiene su personalidad propia y, por lo tanto, esto lleva a que se diga que España no es una nación; en cambio Cataluña sí lo es, Galicia sí lo es o el País Vasco sí lo es . No voy a entrar en esto.

Voy a referirme a la Destrucción de las Indias, hacer una breve exposición de lo que significaron las acciones españolas en América, uniendo esto a la idea de Decadencia en la España del siglo XVII. Esta idea fue basada en las frases de los arbitristas, proyectistas y escritores políticos del siglo XVII que decían que se despoblaban los pueblos , las aldeas quedaban abandonadas, los campos no se cultivaban; es cierto que pasaba todo eso. De ahí los proyectistas deducían que España estaba en profunda decadencia.

En la España de los años sesenta del siglo XX pasaba lo mismo que en el siglo XVII: los campos de mala calidad se dejaban de cultivar, los pueblos descendían de población y algunos quedaban deshabitados. España no vivía una decadencia en los años sesenta, sino que tuvo una de las épocas de mayor crecimiento económico de su Historia. La gente dejaba los pueblos para vivir mejor en otro lugar. Eso mismo pasó en el siglo XVII: éxodo en Castilla, la Nueva y la Vieja, en Extremadura; la ciudad de Madrid crece muchísimo por las posibilidades de trabajo que ofrece a la gente del campo en donde estaban sometidos a pasar hambre si la cosecha era mala, incluso morir de hambre.

Hay que pensar que es lo que estaba ocurriendo en América en el siglo XVII, y aquí toco el asunto de la Destrucción de las Indias. Cuando llegan los españoles a la América del Sur no había ninguna ciudad. En la Nueva España – México y Centroamérica actual – no había más que cinco o seis ciudades en la zona central de México. Pues bien, en 1580 había doscientos veinticinco núcleos urbanos con el verdadero carácter de ciudad; cincuenta años después, en 1630, había trescientas treinta ciudades en la América española y hubo un aumento mucho mayor durante el siglo XVIII.

Las grandes ciudades americanas llegaron a ser, algunas de ellas, las mayores del mundo occidental; sin duda las mayores de América, incomparables con las de los Estados Unidos. A comienzos del siglo XIX, en los independientes Estados Unidos de América de 1805- 1810, no había ni una sola ciudad que pudiera equipararse a lo que era la ciudad de México y tantas otras.

Las ciudades de la América española se trazaban a cordel, de acuerdo con los principios arquitectónicos vigentes en el Renacimiento, con su Plaza Mayor, con sus calles en cuadrícula. La ciudad de México tiene 130.000 habitantes en 1810, casi tantos cómo la ciudad de Madrid. Muy pocas ciudades de Europa tenían 130.000 habitantes en esa fecha; la Habana por la misma época tenía 85.000 habitantes, Buenos Aires 85.000, Caracas 42.000 hab. Cuzco, Guanajuato, Potosí, Cochabamba, Santa Fe de Bogotá, tenían poblaciones comprendidas entre 20 y 30.000 habitantes.

El que todas las ciudades de la América española fueran populosas no significaría nada si no reflejara el hecho de que vivir ciento y pico mil personas en una ciudad exige una economía desarrollada que produce alimentos necesarios para que subsista una población que no se dedica al cultivo de la tierra. Es decir, el mejor indicador del gran desarrollo económico de la América española durante los siglos XVI, XVII, y XVIII es el crecimiento de sus ciudades, el aumento de su número y el aumento de la población urbana.

Además el crecimiento y lo populoso de las ciudades no basta para explicar la situación, pues las ciudades que se fundaron en la América española, lo hicieron según criterios distintos a las de otras ciudades en otras latitudes, porque América se incorpora a la Corona de Castilla como lo hizo Andalucía, con los mismos criterios y con las mismas fórmulas de poblamiento. Los reinos de Indias son reinos iguales a los de Galicia, Jaén, Córdoba, Granada, Sevilla o Murcia, reinos todos españoles y los que viven allí son españoles.

Las ciudades de América española tienen la misma organización de la enseñanza que las de España: todas tienen centros educativos que en las más importantes será además Universidad desde muy temprana fecha, tendrán colegios de enseñanza de niños y niñas, tendrán hospitales y las más importantes, como la de México por ejemplo, una importantísima escuela de Minas.

Era de gran importancia el que hubiera conocimientos mineros en México para aplicar esos conocimientos a la explotación de las minas de plata de Guanajuato y Zacatecas. Humboldt se extraña y se admira de ver que en los confines más lejanos y alejados de la Nueva España se encuentra jóvenes que hablan de física y química con el mismo nivel que en las ciudades más ilustradas de Europa.

Tiene México, la capital, Jardín Botánico y tiene Academia de Pintura y escultura o Academia de Nobles Artes. Se admira Humboldt, que es un alemán, que ve a América con ojo crítico y dispuesto a ver lo positivo, pero especialmente lo negativo. Se admira de las bellísimas colecciones de yesos que hay en la Academia de Nobles Artes de México, y dice: “ Más bellas y completas que las alemanas “. Se sorprende de que esas colecciones de yesos, esas grandes estatuas pudieran ser transportadas desde Veracruz, a través de la serranía y por caminos tan complicados, dice: “ Cómo los de San Gotardo “ , hasta la ciudad de México.

Las colecciones de la Academia mejoraron el gusto de la gente, lo que se refleja en los edificios que están hechos en piedra de sillería magníficamente labradas, con capiteles perfectos, dando lugar a monumentos equiparables a los que existen en las mejores ciudades del mundo, en París, en Berlín, en San Petesburgo y de una proporciones más grandiosas que los edificios de esas ciudades.

El perfeccionamiento de las Bellas Artes es tal que le choca a Humboldt que en la ciudad de México exista una estatua cómo la de Carlos IV, obra de Tolsa y que todavía se puede ver hoy, que a juicio de Humboldt: “ Excede en primor y en pureza de estilo a las mejores de Europa “ , sólo se salva, considerándolo superior, el Marco Aurelio de Roma.

La enseñanza en la Academia de Bellas Artes de México era gratuita, a ella acuden por las noches jóvenes que en grandes salas reciben lecciones de cómo pintar y cómo dibujar; sorprenden a Humboldt las grandes lámparas de Argand bajo las que se dan esas clases en 1804.

No podemos hablar de decadencia económica en el siglo XVII con ese esplendor urbano y con el tráfico que había de metales preciosos entre uno y otro lado del Atlántico. No se puede analizar aisladamente España, pues está íntimamente unida al conjunto que formaba con las Indias. Por lo tanto y habida cuenta de la civilidad que se difundía desde las ciudades de toda la América española, no fue un principio que no estuviera bien fundado el que aparece expresado, escrito en la constitución gaditana de 1812, al definir la Nación española cómo la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.

Las Cortes de Cádiz representan a las ciudadanos españoles de América, los diputados americanos, los de España y todos los habitantes de ambos hemisferios, de ambas Américas, del Norte y del Sur. Es decir, que para ya concluir sobre esta cuestión de la decadencia y de la destrucción de las Indias, tenemos los españoles en nuestro haber el hecho deque nuestros antepasados contribuyeron a sumar todo un continente a la Civilización Occidental y este haber no nos lo puede discutir nadie.

Los casi quinientos millones de habitantes que hablan nuestra lengua, que piensan como nosotros, hacen que no haya diferencia en la forma de pensar entre un habitante de las Batuecas españolas o de la Serranía de Ronda que entre un habitante de cualquier poblado de los Andes o de cualquier zona de México. Bien esto por lo que se refiere a la decadencia o la destrucción de las Indias.

Ahora tenemos el problema de la España musulmana o España y el Islam. España aparece en la Leyenda Negra como el comienzo de África, por el hecho de permanecer durante tantos siglos los musulmanes y contagiarnos de sus males. Durante algún tiempo el Islam aparecía glorificado, aunque hoy empieza a revisarse; los esplendores de Córdoba, la Civilización Arábigo-Andalusí, la poesía, las sedas y el boato de los islamistas frente a una Europa atrasada, que lo estaba en efecto. Sin ciudades que pudieran equipararse, ni de lejos a los esplendores de las ciudades musulmanas de Córdoba o Bagdag.

Es cierta la pujanza musulmana, pero era así debido a lo mismo que los esplendores del Imperio de Roma, porque logró unir todas las tierras que circundan el mar Mediterráneo para convertirse en un lago, en el Mare Nostrum, lago de prosperidad donde se hablaba una sola lengua: el latín, usando los mismos pesos y medidas, utilizando las mismas monedas, rigiéndose por el mismo Derecho y ,después de Constantino, utilizando la misma religión.

El Imperio Romano propició un gran florecimiento económico en las orillas del mar Mediterráneo, con sus épocas de atenuación y esplendor. A pesar de la invasión de pueblos bárbaros, envidiosos de los altos niveles de vida y del refinamiento con que se vivía en el Imperio, que quisieron disfrutar, sin trabajarlo, de todas esas cosas. Comenzaron a penetrar en el Imperio, primero de forma pacífica, como trabajadores contratados y como soldados. Luego penetraron de forma violenta, estableciéndose como pueblos bárbaros en el suelo del Imperio.

Hay que decir que estos inmigrantes: los ostrogodos, los visigodos, los francos, etc. Entraron de forma pacífica, primero y de forma violenta, después; asimilaron en muy poco tiempo la lengua, los usos y costumbres, las tradiciones, la moneda, los pesos y medidas; se romanizaron en una palabra. El mar Mediterráneo, después de la invasión de los pueblos bárbaros, continuó siendo lago de unión entre todas las tierras que lo circundan. Todo esto se quiebra con la expansión del Islam.

En muy poco tiempo, en el siglo VIII, ocupa el Islam todo el norte de África, la península ibérica, cruzan los Pirineos y llegan a Poitiers. Luego retroceden, pero la piratería musulmana impide el tráfico de naves cristianas y las ciudades del occidente mediterráneo sin el tráfico unificador, que era el fundamento de su economía, decae y Europa occidental se ruraliza.

La Europa ruralizada por causa del Islam es la que se compara con los esplendores de Córdoba o de Bagdag, ciudades unidas gracias al control musulmán del Mediterráneo, al tráfico con el Oriente Lejano y a la posibilidad de conseguir el oro que procedía del Sudán, oro que pasaba en minúsculas cantidades a la Europa cristiana; por eso al no tener monedas con qué pagar los intercambios y las mercancías, todo se convirtió en una especie de trueque, lesionando el funcionamiento de la economía.

En España lo que ocurrió es que esa invasión musulmana significó el final del reino visigodo, pero en las montañas del norte de España, en las cercanías de Covadonga, hay un núcleo de cristianos que se oponen al dominio musulmán, que no quieren someterse al Islam y se constituyen como reino: comienza lo que llamamos la Reconquista; lo mismo ocurre en los Pirineos, en los que se constituyen condados para organizar primero la resistencia frente al Islam y luego, poco a poco, van avanzando hacia el sur.

Los musulmanes no sólo dominan el comercio en el Mediterráneo, sino que con el tiempo, impedirán el comercio terrestre que se hacía con Oriente en la Baja Edad Media, lo que impidió otro foco de prosperidad en Europa.

Con el tiempo los reinos y condados de la Reconquista se convierten en los reinos de Aragón, Navarra, León, Asturias, etc. Van avanzando los cristianos y replegándose los musulmanes, hasta que en 1492, con la toma de Granada, se pone fin a la presencia islámica en España.

¿ Que podemos concluir de todo esto ? Y aquí me gustaría, ya lo hice el otro día en la Academia de la Historia, actualizar el problema de la Reconquista, porque considero que la Historia tiene interés por sí misma, pero lo tiene también en cuanto que nos permite entender el mundo en que vivimos y que cosa nos conviene hacer para que el mundo mejore todo lo posible.

Se ha pasado de la devoción admirativa al Islam civilizador; así se lo veía en los siglos VIII y IX, a la revisión de estas actitudes admirativas. Voy a poner el ejemplo, el otro día lo puse en la Academia, aquí está el historiador Carlos Seco, que me lo ha oído, pero que no le va a molestar que lo repita: un notabilísimo historiador francés, Marc Bloch, en 1939 escribe una obra que se titula: “ La sociedad feudal “. Para presentar la Europa de los siglos VIII, IX y X, tiene un capítulo y un epígrafe que se titula: “ Europa asediada y sitiada “. En efecto Europa estuvo asediada desde el norte por las incursiones de los Normandos o Vikingos; desde el Este por los Húngaros o Magiares, que luego acabaron asentándose en el valle del Danubio.

Europa invadida y sitiada por Normandos y Magiares, además de por el Islam; pero cuando compara la acción de estos tres asaltantes o invasores, dice: “ De los tres el Islam era el menos peligroso “. La civilización islámica lo hacía menos peligroso, porque en Occidente no había ninguna ciudad que pudiera compararse a Córdoba, por ejemplo. Para el historiador Marc Bloch, el Islam no es peligroso en la Francia de los siglos VIII, IX y X. Además añade: “ El Islam no actuó como invasor porque lo que hubo fueron guerras de frontera “ . Las guerras que había en la Península Ibérica, la pugna entre cristianos y musulmanes, eran de poca importancia para Marc Bloch. Al fin y al cabo no era francés de lo que hubiera de dolerse.

Es verdad que en la España musulmana había una economía floreciente, con monedas de oro y producción organizada de manufacturas, en las ciudades y mercados. Pero era a expensas de haber cercenado las posibilidades que ofrecía el mar Mediterráneo y las relaciones de Europa con el resto del mundo.

Para los habitantes de la península ibérica, para los cristianos ibéricos, esas escaramuzas con los musulmanes eran algo más que “pequeñas guerras de frontera”. Para ellos se trataba de defenderse, se trataba de su supervivencia. Pensemos en las incursiones de Almanzor. Se trataba de sobrevivir, de conservar su religión y también de conservar su libertad.

Pero había para ellos otra cosa, y es la idea de “Reconquista”. El vocablo “Reconquista” no es políticamente correcto en estos momentos de la Historia de España. Porque la “Reconquista” en Cataluña terminó pronto, lo mismo que en Galicia. Algo muy lejano, con una actitud parecida a la de Marc Bloch: “Son guerras de frontera”.

Ese vocablo: “Reconquista” tiene resonancias peyorativas en ciertas zonas de España. Se piensa que está reducido a designar acciones locales y se considera incorrecto utilizar el vocablo “Reconquista” para designar la recuperación de España. Esto viene de atrás, porque Ortega, y siento decirlo por la maestría de Ortega, pues afirma que no se puede llamar “Reconquista” a un proceso que duró ocho siglos.

Pero para los que lucharon año tras año y siglo tras siglo, de forma tan insistente y pertinaz, que mantuvieron esa tensión, fue una “Reconquista”, lo fue el avance de los cristianos hacia el sur a expensas del Islam. Fue el ánimo de la “Reconquista” lo que movió a los que se enfrentaron a los musulmanes para conservar su tierra y no caer bajo su dominio. Sintieron que su acción guerrera tenía como fin la recuperación de la “España perdida”.

La “Perdida de España”, esa idea de que España se había perdido y había que recuperar, era una idea que surgió en Asturias, en tiempo de Alfonso II, a comienzos del siglo IX, cuando se afianzó en la corte de Oviedo una corriente neogoticista de pensamiento que soñó con la posibilidad de continuar con la historia hispanogoda.

Don Claudio Sánchez-Albornoz mostró como en la segunda mitad del siglo IX la idea de “Reconquista” ya había arraigado en las mentes y en los corazones de los hombres que formaban las minoría gobernantes de Oviedo. Así lo muestran las crónicas de tiempo de Alfonso III.

Gracias a esa “Reconquista”, España fue desde mediados del siglo VIII, un verdadero valladar frente al Islam. Defendiendo su tierra y defendiendo su libertad, los hispanocristianos de la Alta Edad Media también defendieron al resto de Europa frente al Islam. Toda la Cristiandad, los hombres del resto de Europa cristiana occidental pudieron, gracias a los españoles, hacer frente a las invasiones de normandos y magiares, a quienes March Bloch juzgaba tan peligrosos. Quizás lo fueron entonces, lo eran sin duda, húngaros y magiares, en sus correrías y en sus pillajes, pero esos pueblos evolucionaron, y desde hace siglos, escandinavos y húngaros forman parte de la Europa culta y civilizada. No ocurrió lo mismo con el Islam.

El Islam desde esos esplendores de los siglos IX, X,e incluso XI, ha retrocedido en civilidad. No evolucionaron hacia posiciones de separación de lo religioso y de lo temporal; hacia el saber, como se enseñó en el Evangelio, que hay que dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. No supieron diferenciar lo religioso, de lo temporal.

El Corán inspira lo religioso e inspira lo político. El hecho del dogmatismo interpretativo da lugar a actitudes tan crueles y tan inhumanas como las que originaron las catástrofes de las ”Torres Gemelas” o la del “Pentágono”, y la que sufrimos en esta ciudad hace unas semanas.

Los europeos y el mundo entero hemos sufrido en el siglo XX varias grandes catástrofes que han puesto en peligro la continuidad de nuestra civilización. El Nacismo, con Hitler y el comunismo, con Stalin pudieron ser vencidos gracias a los Estados Unidos de América, aunque a costa de millones y millones de muertos.

Queda una tercera calamidad en el mundo que no ha llegado todavía a desarrollar todas sus posibilidades perversas, aunque ha dado ya sobradas muestras de lo que es capaz. ¿ Y cómo salir adelante de esta amenaza tan terrible ? Esa gente, esos hombres dispuestos a morir matando, a asesinar aunque mueran ellos. No tenemos procedimientos para ser eficaces ante estas actitudes inhumanas, que no se dieron jamás en la historia de la humanidad, cómo se están dando ahora.

Pienso que únicamente podemos enfrentarnos a este inmenso terrible peligro con la unión y la cooperación internacional, y con lo que en el siglo XVIII llamaban “Las Luces”, el pensamiento, las ideas. En el ámbito de la ideas, que es al final en dónde se pueden ganar todas las batallas. Tendremos que convencernos de que el mal y los malignos no son inventos literarios, sino realidades con las que nos vemos obligados a convivir, siempre con la esperanza de que podamos minorar sus efectos perniciosos. Tendremos también que contar con los islamitas que rechazan estas acciones perversas, ayudándoles a afirmarse en sus propios países.

Gracias a los cristianos del Reino de Asturias y a los que se sumaron a su acción desde la cordillera pirenaica, la España históricamente real es la España cristiana, y aquí sigo a Marías, en una frase de uno de sus libros, que acabo de citar. España se mantiene en la tradición grecorromana y cristiana a pesar de la herencia musulmana porque el proyecto político de España durante le Edad Media fue esa condición, justamente cristiana. Y al mantener tenazmente ese proyecto resultó una realidad superior a la que se quería recuperar. Querían recuperar la España visigoda, recuperaron con su acción y con su sangre mucho más que la España visigoda. Esa “España perdida” que querían recuperar, la pudieron obtener luego, en 1492, al final de la “Reconquista”. Esa España que era meta y horizonte, acabó siendo la España resultante de la fusión de Aragón y Castilla, con los Reyes Católicos.

Una España, que además, inmediatamente se proyecta hacia América en la acción de Colón y continuadores, con el resultado que ya indiqé antes, de sumar todo un continente a la civilización occidental.

Hoy, casi quinientos millones de habitantes, que hablan español, quinientos millones de hispanoparlantes nos muestran las inmensas posibilidades de futuro, inmensas posibilidades que habremos de aprovechar, con la esperanza de podamos contribuir a una mayor humanización de la humanidad.

Muchas gracias.


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