martes, 30 de agosto de 2022

Jaime Benítez y la Escuela de Madrid

 

                Rodríguez Huéscar, Jaime Benítez y Julián Marías en Puerto Rico, 1956

Como indica Julián Marías en la conferencia del apartado inmediatamente anterior; " Jaime Benítez, tantos años rector de su Universidad, que pertenece por derecho propio a la Escuela de Madrid, hizo que su Universidad siguiera los principios de Ortega, y hasta fundó una facultad de Estudios Generales, siguiendo las ideas de Ortega expresadas en su libro "Misión de la Universidad" de 1930"

En el gran trabajo realizado por Emilio F. Ruiz sobre Jaime Benítez, inspirado por el propio Julián Marías, y titulado:

Una universidad posible en tiempos de Jaime Benítez (1942-1972)

Se puede seguir esa actividad constante, a lo largo de los años, de Jaime Benítez, para continuar las ideas de Ortega y Gasset por toda América en los años de su mandato en la Universidad de Río Piedras. Haciendo de ella una de las mejores de su tiempo en el mundo de habla hispánica.

También del mismo autor:



La acogida de los universitarios españoles en Puerto Rico a raíz de la Guerra Civil española (1936-1939)Los primeros momentos
Cursos de Estudios Hispánicos en Soria 

Julián Marías en Soria


Revista Cuenta y Razón nº 142. 2006

Emilio F.Ruiz

Desde que tengo memoria he sentido la presencia de Julián Marías. Para mí la cercanía de Julián, de Lolita y de sus hijos no se ha limitado a los meses de verano que han pasado en Soria. 

Julián animado por Ortega llegó a Soria en el verano de 1946. Ya para entonces Julián y Lolita conocían a unos cuantos sorianos. Desde su época de estudiantes en la Universidad Central de Madrid, a Francisca Ruiz Pedroviejo, hermana de mi abuelo, y a José Tudela de las tertulias de la Revista de Occidente. Mi padre y mis tíos habían sido alumnos del matrimonio Marías en Aula Nueva. Apenas llegados a la “ciudad vivida” trabaron amistad con el inolvidable Heliodoro Carpintero y con sus hermanas, Carmen y Mercedes. Conocían Soria por el Cantar de Mío Cid, Bécquer, Machado y Gerardo Diego, sin embargo trascendieron del objeto literario para empaparse de su realidad durante más de cincuenta años.

En 1992 conocí personalmente a Jaime Benítez, ex Rector de la Universidad de Puerto Rico y discípulo distante de Ortega. Cuando me recibió en su despacho de la Biblioteca de la UPR, vi que tenía entre sus manos el libro Homenaje a Julián Marías. Benítez había creído que yo figuraba entre los colaboradores y estaba dispuesto a felicitarme por ello. De inmediato le aclaré que el escritor era mi padre y que le daría cuenta de sus generosos elogios. En aquella ocasión, Benítez me relató su encuentro con Ortega en Aspen, en el año 1949, y los intensos días que a continuación ambos pasaron en Nueva York. A esto le siguió, sin perder el ritmo, y con creciente entusiasmo por mi parte, sus recuerdos de la primera visita de Julián Marías a Puerto Rico y los que le sucedieron, que no se limitaron a sus cursos en la Universidad de Río Piedras, sino que se entrelazaban con encuentros en diversos países, durante muchos años desde 1956. Todo ello significativo, casi mitológico. Con parecida irritación a la que él debió sentir con Ortega, hube de decirle que yo no había tenido semejante oportunidad, y que si bien no llegué a conocer a su maestro, no tuve que hacer ningún esfuerzo por conocer a Julián, para fortuna mía él ya estaba ahí.

Hasta 1977, en la ciudad que los acogió durante un par de meses, en ocasiones tres, Julián y Lolita continuaron trabajando con la misma energía que en Madrid, pero con mayor holgura, mientras sus hijos se tonificaban y actuaban con libertad. En Soria, les fueron sucediendo multitud de aventuras, aquellas que articulan la vida y le dan espesor. En sus largos y diarios paseos por la ciudad y los alrededores, pero sobre todo en las frecuentes excursiones por la provincia, que se convertían en auténticas exploraciones, Soria aparecía inagotable; un puente, un río, un castillo, una casa, un comercio, una iglesia, el paisaje y por supuesto sus pobladores eran objeto de su atención, de su mirada, con actitud siempre comprensiva, en ocasiones inconformista, y siempre esperanzada. 

Durante los veranos de 1972 a 1977, tuvieron lugar los Cursos de Estudios Hispánicos, concebidos y dirigidos por Julián y organizados por el Centro de Estudios Sorianos. Estos cursos figuran entre sus más vivos recuerdos, calificándolos de luminosos y extraños. Es probable que fueran extraños porque no eran suyos, y acaso por inesperados, por singulares. De lo que no cabe duda es que fueron extraordinarios. En Soria, durante unos pocos días, hablaron y enseñaron muchas figuras españolas de primer orden: Enrique Lafuente Ferrari, Fernando Chueca, Pedro Laín Entralgo, Rafael Lapesa, José Manuel Blecua, Manuel de Terán, Luis Rosales, Francisco Ynduráin, Francisco Ayala, Miguel Delibes, Miguel Batllori, Rosa Chacel, Luis Díez del Corral, José Antonio Maravall, Joaquín Casalduero, Emilio Alarcos, Salvador Fernández Ramírez, Juan López-Morillas, Carmen Martín Gaite, David Gonzalo Maeso... 

La muerte de Lolita, en diciembre de 1977, sumió a Julián en la desolación, pero no dejó de pensar, de crear y de escribir, aunque aquellos cursos se extinguieron. Después y durante muchos años, Julián fue asiduo visitante de la ciudad que ocupa por derecho propio el mayor número de citas en sus Memorias, y así pude escuchar de su propia voz, en los desayunos y en las sobremesas, varios artículos que a continuación salían para distintos periódicos y publicaciones, y también fragmentos de algunos de sus libros más personales: España inteligible y Cervantes, clave española. 

Es probable que lo primero que escribió Julián en Soria fuesen varios capítulos de su libro Introducción a la Filosofía. Lo comenzó en el otoño de 1945 y lo terminó en enero de 1947. De todo ello podría ser testigo el Museo Numantino de no haber sido remodelado de manera tan poco cuidadosa. A éste le sucedieron multitud de ensayos, incluidos en varios de sus libros. En Aquí y ahora: “Antonio Machado”, Soria, 1949 —dedicado a sus amigos sorianos—. En Ensayos de convivencia: “Eso que se llama angustia”, “El pensamiento y la inseguridad”, “Autores esperados”, “Constelaciones y generaciones”, “Viaje al año mil”, donde pueden leerse unas líneas casi cinematográficas: 

“En el ocaso, el sol. Un globo rojo que se va hinchando y vertiendo su sangre por el horizonte. Ni una sola nube. Llegan cercanas, cruzando un prodigioso cristal de aire, voces agudas de las figuras lejanísimas. Tan lejanas que no son nuestras, que no son de nuestros contemporáneos. Dentro de un rato, cuando el sol, que se está ennegreciendo por el borde, se haya escondido; cuando se haga mayor el silencio y triunfe el violeta y las estrellas hagan su algara súbita sobre el pueblo cristiano, subirán a las casas, encenderán el fuego, pedirán noticias del Conde Sancho García, que va a entrar con mesnadas en tierra de moros, y escucharán al viento oscuro, hasta que llegue el sueño y el escenario se traslade de la tierra invisible al cielo altísimo y profundo, que cuenta las horas en el reloj de sus constelaciones, impasible y siempre el mismo, milenio más, milenio menos”.

 “Avión y mundo”; “Calidad de página”; “Doña Inés”, todos fechados en Soria en 1953. En Ensayos de teoría: “Los géneros literarios en filosofía”, “El pensador de Illescas”, sobre Julián Sanz del Río, como los anteriores fechados en Soria en 1953. En El oficio de pensamiento: “La magia de los nombres”, “Paulistas”, “Historia de un silencio”, “Don Quijote visto desde Sancho Panza”, hasta aquí fechados en Soria en 1955; “¿Qué es la filosofía?”, “Ramón y la realidad”, ambos de 1956;  “El oficio del pensamiento”, “Hispanoamérica: Dramatis personae”, “Tener buena prensa”,  “La adivinación”, todos de 1957. En Los españoles: “Huésped de las nieblas, vecino de Soria”, Soria, 1962 — sobre el libro Bécquer de par en par de Heliodoro Carpintero—. En Visto y no visto: “El mirador”, Soria, 1967. En Innovación y arcaísmo: “La imagen intelectual del mundo y su ‘descapitalización’”, de 1971. Sobre asunto soriano o fechado en Soria y en Obras Completas: “Retratos” —sobre la pintura de Enrique Carrilero—, “Entre San Polo y San Saturio”, “Destrucción y creación” —sobre el nefasto proyecto de circunvalación sur de la ciudad de Soria—, todos fechados en Soria, en 1979. “Soria, la ciudad vivida”, de 1983; “El despojo consentido”, de 1984; “El prosaísmo”, Soria, 1987. “Razones Líricas”, de 1998; “Soria de nuevo”, de 2001. Y con esto basta, no se trata de agotar la relación, sin duda habrá otros tantos escritos. En los tres tomos de Una vida presente. Memorias, Julián nos ha dejado multitud de pruebas de su relación con Soria, con su provincia y con las personas con las que fue forjando una amistad imperecedera. 

Soria para Julián resultó ser una escuela de convivencia, punto de partida para innumerables proyectos, lugar de arraigo a donde siempre volvía para encontrarse consigo mismo.


 

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