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Presentación

El mirador en tres plantas y
 el autor de esta bitácora
Cuando leí en mi adolescencia La filosofía española actual, no pensé que llegaría a conocer a Julián Marías, ni tener un trato directo con él. Pero al trasladarse mi abuela, (que por cierto estuvo en la boda de Antonio Machado, al ser amiga de la novia: Leonor), a la casa de la calle del Collado nº 3 en Soria las cosas cambiaron. Empecé mis vacaciones de verano viendo a Julián Marías en el mirador de abajo (segunda planta), leyendo libros y curioseando la calle, llena de vitalidad, como glosó en algunos artículos memorables.

Eran los años de los Cursos de Estudios Hispánicos. Mi trato con Marías se limitó a esporádicos encuentros en la escalera de la casa, desde la cual aparecía en la oscuridad con cara de haber estado hablando directamente con Aristóteles, por lo concentrado y la falta de respuesta al saludo.

El ser vecino de tan ilustre personaje me motivó para seguir leyendo su obra y beneficiarme de su magisterio, que con el de Ortega formó las ilusiones de aquellos años setenta, llenos de esperanzas españolas.

Durante ese tiempo aparecieron, por un azar venturoso, los libros de Ortega y Marías en la colección “ El Arquero “ y la colección “ El Alción “ a precios muy rebajados en “ El Corte Inglés “, lo que me permitió hacerme con una biblioteca de sus libros por poco dinero y gran regocijo por mi parte. La intimidad con su obra se acrecentó muchos enteros.


Así, siguiendo el camino de su obra he ido alcanzando una formación al nivel de nuestro tiempo. Sus libros son de una gran generosidad en cuanto a referencias de autores y textos, desde su “ Historia de la Filosofía “ hasta el “Diccionario de Literatura española”, libro lleno de citas biográficas y bibliográficas en los apéndices que lo enriquecen, además de los artículos propios del diccionario, muchos de ellos escritos directamente por Julián Marías.


Verano de 1972 en Soria.
 El año que conocí a Marías.
Víctima de un accidente
futbolístico.

Esta labor iniciadora en el mundo de la cultura y de la filosofía es inapreciable para una persona que quiere orientarse en el mundo y, como dice Ortega, “Estar a la altura de su tiempo “. La misma labor fue realizada en el mundo del cine, el gran educador sentimental de su época, que recibió continua atención por parte de Marías, incluso fue objeto de un curso de los muchos que dio en sus últimos años, recordado por todos nosotros.


Sus múltiples artículos sobre cine dieron lugar a dos libros, el primero se llamó “ Visto y no visto “, selección de artículos de La Gaceta Ilustrada, y un segundo libro que pretendió ser exhaustivo de sus escritos sobre cine y solo tuvo un tomo “ El cine de Julián Marías “ con una fortuna editorial adversa, y se quedó en eso.


Además de sus innumerables libros, los que asistimos a sus cursos - personalmente acudí a ellos durante diecisiete años, desde 1985 a 2002 - adquirimos o debiéramos haber adquirido eso que Marías señalaba como el espectáculo del pensamiento en estado naciente, la mejor manera de enseñar a pensar a los demás y que esperamos dé sus frutos en el tiempo.


El magisterio de Julián Marías acogió a todas las personas que se acercaron a él y a las que desde lejos se orientaban con su ejemplo y sus escritos. Su vida es una enseñanza continua de plenitud personal, llena de valentía civil, sin alardear por ello y arrostrando los sinsabores de la independencia. En una sociedad como la nuestra, dónde las personas tienden a ser cobardes en la vida civil, su figura sobresale por encima de sus compañeros de generación y de todas las generaciones presentes hasta poder afirmar que “ Durante unos veinte años, si no el único liberal, creo que he sido el único liberal en ejercicio, que lo era activa y públicamente “.



Su ejemplo será guía y orientación permanente de los españoles durante muchos años, aunque los intentos de silenciar su persona y su obra actuarán de manera constante para cerrar el horizonte de posibilidades personales de los españoles, como ya ocurre con las obras y figuras de Azorín, Menéndez Pidal, Marañón, Dámaso Alonso, y tantos que pertenecen a esa España sin banderías ni partidos, buceadora de la verdad, la belleza y el amor a España.


Julián Marías es fruto y cosecha de una España renovada que nace de los intentos de superar la época de la discordia posterior a la aparición de las dos Españas, consecuencia de la Revolución Francesa y la invasión napoleónica posterior. Significó la pérdida de una generación con respecto al nivel europeo, según Marías, y que se recuperó gracias al esfuerzo de la generación del 98 y siguientes, dando lugar a un nuevo Siglo de Oro español que llega hasta por lo menos la muerte de Julián Marías digno continuador de los grandes autores que hicieron posible un siglo de innovación constante.

El estudio de todos los autores protagonistas de la aventura de la España renovada tuvo en Julián Marías, su más destacado valedor, propiciando muchos libros sobre ellos y por encima de todos sobre Ortega, su maestro. Varios cursos de Colegio Libre de Eméritos, otra creación suya, versaron sobre “ El legado de España al siglo XXI “, con recuerdo de gran parte de los mejores españoles.


El nivel alcanzado por los españoles a lo largo del siglo XX permitió poner a España a la altura del tiempo, al menos en los más ilustres, pero la guerra fratricida de 1936, truncó las posibilidades españolas durante mucho tiempo. Frente a esta situación Marías respondió mostrándose fiel al pasado de España más reciente, al anterior y sobre todo al futuro de nuestro país. Futuro solo imaginado por él como posible y por pocos más. Esta fidelidad al futuro le permitió seguir luchando frente a las adversidades y ser guía de generaciones enteras de españoles que se hubieran perdido en una sociedad sin apenas referentes.

Su ejemplo es clave para los nuevos tiempos que se avecinan, tiempos difíciles en los que se hace necesaria su valentía y su coraje frente a la manipulación y la mentira, la falsedad y la amenaza. Aún así su recuerdo y su alegría nos harán más fuertes ante las adversidades, frente al paso de los años y el tránsito a la otra vida.
Vida otra, pero más vida incluso que esta, con las personas amadas y las personas por amar que no conoció en vida pero que estudió y glosó como nadie y que merecen nuevos amores repetidos.

Nosotros quedamos aquí, huérfanos de su persona pero anhelantes de nuevos caminos que transitar. Continuando su obra y su destino que es el nuestro y el de España. Y no solo de España, pues sus continuos viajes a América –dejó de contar cuando llegó a los doscientos- y sus múltiples lectores al otro lado del océano, le auguran una continuidad en esas tierras tan queridas por él.

La vida pues continúa, el tiempo pondrá a cada uno en su sitio, aunque su obra tenga épocas de ostracismo y otras de plena vigencia. Hay que recordar lo que dijo Marañón: “Todo lo que hoy parece inconmovible habrá desaparecido, porque es divina ley que desaparezca. Y quedará tan solo, el libro donde anidó el verso o la idea. Porque en esas letras grabadas en frágil hoja, hay sin duda, un poco de la huella de Dios “.



 

3 comentarios:

  1. Gran fortuna tuvo en conocer personalmente a tan egregio maestro, en una época llena de pedantes y de personas que creen saber y no saben, me parece que su figura representa el ideal de un intelectual, estudioso, honesto, agudo, con un manejo impecable del idioma, un autor que se deja leer ( a diferencia de otros que se hacen abstrusos pareciera para aumentar su prestigio), en fin, su visión de España e Hispanoamérica, esa realidad que al parecer los españoles no quieren a veces asumir y que de esta parte del mundo (Chile) a veces se nos olvida, que no solo los conquistadores se llevaron el oro y la plata de estas tierras, sino que también nos legaron un idioma, religión e instituciones que nos entroncan con Occidente, con Grecia y Roma, lo cual no es menor, es una herencia de la que debemos hacernos cargo, y aumentar los puentes de esta comunidad de intereses que se expresan en la lengua Cervantina.

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  2. Maruxa Oñate Español. Curiosamente, como a mi tío le ha fascinado Julián Marías y le envío “La Ilusión” lo más precioso que he leído, tanto que este año me matriculé en un curso de 3 años de filosofía y al final, tengo medio elegido “La Ilusión según Julián Marías y el Instinto de Vida según La Clínica (origen en Freud). A mi lado (que estoy guardando cama por luxación teniendo secuelas de polio) tengo sus dos libros sobre el amor y el de los sentimientos que cuando iba a presentarme el mío por la FUE me los leí, mucho más siendo sobre don Julio.

    Me ha hecho ilusión ver en su blog a mi ya amigo José Luís.

    Todo mi agradecimiento por su información y porque quien habla de Marías me hace sentir admiración.

    Aunque sea Psicóloga Clínica comencé con Historia de la Filosofía a los 13 años autodidacta y como era de Marías me hice entre otros kantiana y mis alumnos durante 25 años estuvieron agradecidos a él porque supe explicarles a Kant.

    Me sigo preguntando porqué Don Julián no es tan estudiado como Ortega y adoro a Ortega, pero incluso Julián Marías siendo filosofo como Ortega yo lo introduzco ente los pensadores: H. Arendt, Emilio Lledó y Julián Marías.

    Un saludo agradecido, Maruxa Oñate Español

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    1. Estimada Maruxa:

      Muchas gracias por sus palabras. Espero que su escrito sobre la ilusión sea de tan gran interés como el libro sobre doña Juana de Castilla.

      Quisiera recordar las palabras de Ortega en su libro ¿Qué es filosofía?: "Siempre me ha
      repugnado el frecuente personaje a quien oímos decir constantemente
      que se cree en el deber dé esto o de lo otro. Y o me he creído
      muy pocas veces en deberes durante mi vida. La he vivido y la vivo
      casi entera empujado por ilusiones, no por deberes. Es más: la ética
      que acaso el año que viene exponga en un curso ante ustedes se diferencia
      de todas las tradicionales en que no considera al deber
      como la idea primaria en la moral, sino a la ilusión. El deber es cosa
      importante, pero secundaria —es el sustituto, el Ersatz de la ilusión".
      Saludos cordiales de
      Francisco Salgado

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