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martes, 8 de septiembre de 2020

En un lugar...inesperado

  A principios del año 1937 fue publicada una edición de las obras completas de Ortega y Gasset, en dos tomos, por la editorial Calpe. 

  Para dar a conocer esta edición, en plena guerra, Julián Marías tuvo que utilizar un medio que, seguramente, no hubiera querido. 

 Pero la realidad está ahí; aún así  merece sobradamente la pena:

Acceso al ejemplar completo:

Frente Rojo, 27 -2- 1937


Como el escrito no se ve con claridad, he decidido transcribirlo:



                      Obras de José Ortega y Gasset

Acaban de publicarse en Madrid las obras completas de José Ortega y Gasset. Si el momento no impusiera tantos temas urgentes, sería ocasión de analizarlas. Pero queremos al menos señalar su aparición, y aunque distamos de coincidir con el comentarista, acogemos con gusto el artículo que sigue, de un destacado discípulo de Ortega, celebrando que sean ellos, los jóvenes que estudian filosofía, quienes vengan a nuestro periódico a decir como sienten la obra de su maestro.



Acaban de aparecer en las librerías de Madrid dos grandes volúmenes. Dos poderosos tomos, de gran formato, con cerca de mil quinientas páginas de prosa: la nueva edición de las obras de Ortega. El hecho es sorprendente, y de tal alcance, que merece un comentario. En Madrid, en la ciudad asediada hace meses, en la ciudad donde se come mal, donde se oyen todas las noches las ametralladoras del frente, donde se ven ruinas de casas y los boquetes abiertos en las paredes por la artillería facciosa, se pueden publicar estos dos espléndidos tomos de sustancia filosófica. Queda aún en Madrid suficiente espíritu para esto; no se podría imaginar mayor alarde de plenitud y de sentido de las cosas. Delante de los dos gruesos volúmenes, que muestran su nuevo prestigio editorial en las mismas calles derruídas, se siente, con más fuerza que nunca, confianza en España.


La cosa no es para menos. En el momento en que España padece entera por la guerra, y en el lugar en donde siente más, se lanza una nueva edición de la obra intelectual más importante – sin la menor duda – de que podemos disponer en este siglo. Y cabe asegurar que será leída y releída por muchos. Esto indica que la guerra no nos impide seguir estando abiertos a las cosas; es justo que, mientras dure, estemos vueltos a ella, concediéndole toda la atención y todo el esfuerzo, por ser lo más urgente; pero este pequeño acontecimiento nos sirve de comprobación de que la guerra se hace por algo y que después podremos tener una paz con sentido. No estamos obturados en España; nos siguen importando muchas cosas; y acaso por eso se hace la guerra y no nos hemos resignado ha aceptar la imposición militar de julio, y por eso está Madrid intacto, a pesar de su destrucción material, y puede albergar la publicación de las obras de Ortega, que vienen a confortarlo en su asedio penoso.


Vuelven a aparecer en el ámbito nacional estos libros españoles de un cuarto de siglo. Y el reunirlos ahora resulta, en cierto sentido, extremadamente doloroso. Porque en todas las páginas late, por debajo del tema concreto de que traten, la angustiosa preocupación de España, el afán de ponerla en claro, sin prisas: sin falsedad. En estos tomos hay realmente, el mayor número de verdades por decímetro cuadrado. Perdiéndose en estas páginas se siente clara como nunca toda la realidad española, y se ven, transparentes, los pasos de la Historia. Y más todavía: en estas horas angustiosas, los libros de Ortega permiten entrever la savia lejana de muchas cosas; y hacen recobrar la perspectiva, tan fácil de perder entre cañones. Decía horas angustiosas; aquí, en esta mitad de España, lo son y así son sentidas; no se las vive, como al otro lado, con un ton de horrible fiesta irresponsable. Y esta misma angustia, cuando pierde su natural oscuridad y se aclara, como ocurre al releer a Ortega, hace nacer una secreta esperanza y, sobre todo en Madrid, se siente fe en los caminos de la Historia. Por eso se debería recomendar, a quien tenga dentro de si suficiente holgura para ello, la lectura de esos dos volúmenes, como de guerra, como lectura áspera y confortadora, que conduce a hacer las cosas con claridad, humanamente, sin perderse.


Aunque, por otra parte, esta nueva edición produce un poco de amargura. Porque estos libros están en el mundo, están en España, hace no pocos años; y duele pensar qué pocas personas han sido capaces de perderse, efectivamente en sus páginas, para encontrarse después en claro. La mayoría las han leído desde fuera, con prisa de buscarse en ellas corroboraciones. Y no han hecho lo más necesario, que es ponerse, con su esfuerzo, en el punto de vista nuevo que traía Ortega, desde el cual se veían tantas cosas. Por eso se oyen en España – se han oído siempre – tantas vaciedades cuando se habla de Ortega. Casi nadie ha sido capaz de abrir los ojos bien sobre él, para sentir de lleno su eficacia. Esto por dos razones, que son las dos razones de los mayores males de España: una, la pereza, porque no es faena ni leve ni breve; otra, el temor que muchos tienen de que algo les pueda quitar la corteza y los deje desnudos y sueltos con las cosas. Esto es fatal, y por ello hemos podido vernos en la situación dolorosa que hoy nos envuelve. Parece mentira que haya podido ocurrir lo que está ocurriendo, habiéndose dicho con evidencia total tantas cosas, hace ya muchos años; después de haberse escrito, por ejemplo, “España invertebrada”. Y me refiero a este libro porque es el más claro, en el sentido de que es aquel en que se alude directamente a las cosas, por su nombre vulgar; no porque sea, ni con mucho, el más fundamental ni eficaz de los libros de Ortega: lo que pasa es que nadie tiene el derecho de decir que no lo entiende, porque llama a las cosas, repito, con su nombre, por su nombre de todos los días, sin que quepa duda ni se puede alegar oscuridad. ¿Servirá esta conmoción de la guerra para abrir bien los ojos a las gentes? ¿Será, por paradoja, esta edición, nacida entre explosiones, en un Madrid agrietado, pero entero y magnífico, la primera que se lea desde dentro, con los ojos acostumbrados ya a los esfuerzos y a ver cosas muy duras? ¿Habrá algún día en España un número regularmente crecido de personas que sepan, con precisión decorosa, qué en Ortega qué nos ha dicho a los españoles en veinticinco años?


Releer a Ortega nos sirve hoy para poner la guerra en su lugar, para sentirla como lo que es. Algo circunscrito, limitado, transitorio; pero algo, al mismo tiempo, urgente; algo momentáneamente sólo, pero que llena el momento en que vivimos. Nuestra vida – la de los que pervivan, o nuestra vida colectiva – no se acaba con la guerra; hoy es eso, es eso lo que tenemos entre manos; pero detrás de ella se extiende un panorama, todavía confuso, de vida nacional. Y nuestra misión es procurar con firmeza que no nos lo alteren ni destruyan con la violencia, que no nos lo sofoquen, y al mismo tiempo irlo poniendo en claro para después. Es lo que hace Madrid,que defiende su vida contra todo y a la vez, entre una explosión y otra, se dispone a volver a leer a Ortega.


No convenía que pasara en silencio la reaparición en nuestro horizonte, hoy incendiado, de la primera obra filosófica de consideración que España posee desde hace siglos; en cierto sentido, de la única gran obra española propiamente filosófica. Ya que nuestra nación tiene en sí suficiente holgura, para publicarla, la debe tener también para pasarse unos minutos a meditar en lo que significa. Y para sentirla como irremediable y gloriosamente suya. Andando el tiempo, España se volverá a interrogar con afán estos volúmenes. Y lo único que consuela de que se sepa aquí, en verdad, tan poco de ellos, es lo mucho que les queda todavía por decirnos.


Esperemos que España se decida a escuchar y mirar en serio. Y felicitémonos, entre tanto, de que estos tomos se hayan pensado y escrito entre nosotros y por nosotros, y que hoy Madrid pueda mostrarlos nuevamente.



JULIÁN MARÍAS




La primera noticia sobre esta reseña de Julián Marías fue en una referencia de la escritora Rosa Chacel, comentando dicha edición de Ortega, en la revista Hora de España; en el siguiente enlace: 

Hora de España Abril 1937

También se puede acceder al texto de Rosa Chacel en:

`La nueva vida de "El Viviente"

1 comentario:

  1. Gracias por el esfuerzo de transcribirlo, el artículo es 100 % Marías, dos cosas sorprenden (1) "aunque distamos de coincidir con el comentarista" dice el periódico, sería interesante saber en qué distaba de coincidir (así nos fue).... y (2) "¿Habrá algún día en España un número regularmente crecido de personas que sepan, con precisión decorosa, qué en Ortega qué nos ha dicho a los españoles en veinticinco años?" se pregunta marías, y la cuestión sigue en el aire hoy como ayer.

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