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jueves, 19 de noviembre de 2015

La Reforma religiosa y la ruptura de la cristiandad


Julián Marías


En el curso impartido por Julián Marías: "El Factor Intelectual en la Historia", la conferencia número catorce se titula: "La Reforma religiosa y la ruptura de la cristiandad". Debido a su interés la muestro seguidamente.









14  La Reforma religiosa y la ruptura de la cristiandad


La vida histórica es muy complicada y cuando se la mira de cerca lo es todavía más, hay confusión, hay luchas, hay terrores, hay muchas interpretaciones conflictivas.
Cuando la historia se ve, sobre todo, en perspectiva lejana aparece como una línea perfectamente clara, pero cuando se acerca uno, aparecen la riqueza, la variedad y se ve que no es muy fácil orientarse.
El siglo XV es un siglo muy complejo, es un siglo de agitación, en que la Edad Media llega a su fin. Recuerden el libro "El otoño de la Edad Media" de Huizinga, extraordinario libro, bastante anterior a la segunda guerra mundial. Título muy acertado y muy revelador, un otoño lleno de matices.
Es la época en que comienza el Renacimiento, con distintos grados de intensidad, según los países. El libro de Huizinga se concentra sobre todo en Francia y Flandes, con referencias a otras partes de Europa. Hay que tener en cuenta que Huizinga era holandés. En dicho libro, el autor estudia con mucho detalle los movimientos intelectuales, artísticos, religiosos, políticos, literarios de esa época.
Se produce una convergencia, en este tiempo, de las alteraciones sociales y políticas- que son muy grandes - con las preocupaciones doctrinales. Además se produce un factor que, cuando se está a distancia, se suele olvidar: las rivalidades, entre grupos, países, órdenes religiosas, y a veces tendencias intelectuales.
Es un tiempo en el que hay una desorientación enorme en la Iglesia, es la época de los Papas y los antipapas, unida a una gran perplejidad. Ahora la serie de los los Papas legítimos parece clara en su orden histórico, pero entonces no era nada evidente quién era el Papa auténtico. Había personas de buena fe, incluso canonizados posteriormente, que eran partidarios de algún antipapa, que lo consideraban legítimo. Como verán ustedes la cosa no era nada fácil.
Los concilios del siglo XV: Basilea, Constanza, Florencia, Letrán, entre 1414 y 1517, no eran ecuménicos. Se esfuerzan con muy poco éxito por restablecer el orden y la disciplina en la Iglesia. Los Papas residían en Avignon - hay alguien que decía: "si fuera cierto se hubiera sabido"- los antipapas, como el papa Luna, que tenía su sede en Peñíscola, residían en otros lugares.
La idea de la reforma se usa constantemente. Hay que transformar, por lo pronto la disciplina, las costumbres, que estaban muy relajadas en la Iglesia, entre los clérigos y en las reglas de la órdenes religiosas. Durante todo el siglo XVI va a continuar la reforma de las órdenes religiosas. Unas veces en el sentido de mayor disciplina y austeridad, otras veces al contrario, con una mayor relajación. Las reacciones frente a estos cambios también ocupan un lugar destacado.
Hay otro aspecto: las relaciones con los poderes seculares. La historia no es nueva, viene de antiguo. De las luchas entre el Pontificado y el Imperio. Así como  los enfrentamientos con  las magistraturas supremas de la Europa medieval.
Otra historia es la guerra de los Cien años entre Francia e Inglaterra, que produce una gran agitación en la sociedad de su tiempo. Es una época de desorden y de necesidad de reforma en muchos sentidos, pero durante todo el siglo XV hay un supuesto que se impone a todas las demás: la Iglesia, fundada por Cristo, que es su cabeza. Es lo seguro, la referencia de todas las dudas. Como dice en el Credo: "Una, Santa, Católica, Apostólica".
Todas las reformas y todas las disensiones se hacen desde ese gran supuesto básico. Es una Iglesia histórica y sujeta a todas las vicisitudes de la vida humana, pero al mismo tiempo sobrenatural. Tiene una cabeza que es Cristo y una cabeza visible, que es el Papa, una inspiración constante en el Espíritu Santo y, algo muy importante, se supone que tiene una vida que continúa después de la Revelación, que termina con el último apóstol, pero la historia no termina ahí para los cristianos, la Iglesia tiene una vida, una vida histórica, que crea doctrina.
Hay por tanto un depósito de la fe, hay una institucionalización de la fe, una vida religiosa que sigue unas normas, con los sacramentos en primer lugar. Es decir, las divergencias, que son muchas, se han planteado normalmente en la interpretación de la doctrina o  en rebeldías contra la jerarquía establecida. Éstas tienen un carácter más bien de cisma. El gran cisma de Oriente (Miguel Cerulario), es más cuestión de autoridad que de doctrina. Cuando se plantea el problema de la unión de las iglesias católica y ortodoxa, el problema vuelve a ser la autoridad o los intereses creados más que la doctrina.
Pero la Reforma luterana es otra cosa, empieza por denunciar abusos reales o supuestos, de más o menos importancia. Empezó por el problema de las indulgencias, que tiene un fundamento profundo en la Comunión de los Santos, hoy demasiado olvidada; con la posibilidad de que los muertos se beneficien de las ayudas de los vivos. Pero esto deriva en un gran negocio y fuente de múltiples corrupciones. Sobre esto se había escrito mucho y se sigue hablando después, incluso en el "Lazarillo de Tormes".
También apareció esta reforma luterana como resistencia a determinadas formas de religiosidad. Lutero fue a Roma y no le gustó nada la religiosidad exterior, le pareció poco cristiana. Pero el cristianismo se puede hacer de muchas maneras y tiene múltiples formas de realización.
Recuerdo haber leído hace muchos años al cardenal Newman que cuando no era cardenal, ni siquiera católico, escribía sobre estos problemas; y recuerdo que hablaba sobre los esfuerzos que tenía que hacer para convencer a los ingleses de que ser católico no quiere decir ser italiano. Está claro que hay unas ciertas formas de religiosidad de los italianos  que a los ingleses no les va bien, y al contrario.
Lutero no entiende la vida de Roma y reacciona muy ásperamente, muy violentamente. Lutero va mucho más allá de las meras reformas, por lo pronto niega la autoridad del Papa, y esto significa la ruptura de la comunidad eclesiástica, y además hace una revisión del contenido de la fe. Suprime los sacramentos, modifica la doctrina de la gracia y la salvación. Y hace algo que es capital: la modificación del valor único de la escritura.  Esto es muy importante.
Se ha reprochado, con una parte de razón, a los católicos la escasa lectura de la Biblia, a lo sumo el Nuevo Testamento, y no mucho. En la Iglesia Católica se exige la interpretación de la Biblia, cuando ésta se traduce, en cambio en Lutero es lo contrario: acepta el libre examen. Esto es sumamente dudoso, pues la Biblia es un libro muy complejo, de muy diversas épocas, de muy diversos autores, de diversos géneros literarios, y que por tanto tiene significaciones muy variables, llenos de adhesiones a cosas que el hombre no conoce. Es decir es un libro muy difícil de interpretar
El Nuevo Testamento es muy distinto, tiene una inmediatez, una visibilidad que es algo asombroso.
El principio del libre examen es sumamente problemático, incluso como problema intelectual de comprensión de una obra determinada. No olviden además que el Antiguo Testamento está escrito en Hebreo, el Nuevo Testamento en griego. No está ligada la estructura religiosa a una lengua como ocurre con el Corán, que está ligado al árabe y los musulmanes consideran que la única lengua de los musulmanes es el árabe, y el único árabe correcto es el del Corán; han tenido una gran resistencia traducirlo a otras lenguas.
Los cristianos y los judíos son un caso distinto. Sus textos no se consideran ligados a una lengua determinada. Por ejemplo en la comunidades judías se usa mucho la versión griega de los Setenta. La Biblia se traduce al latín por San Jerónimo. Luego se traduce a innumerables lenguas. Se considera la Biblia un texto inspirado, pero no ligado a una lengua determinada. Pero las traducciones tienen un elemento de riesgo, por ello la lectura de una obra tan complicada como la Biblia no hace nada fácil su interpretación. Eso hizo que la Iglesia Católica fuera reticente a la lectura de la Biblia por las personas particulares y a las traducciones. Hoy este punto de vista ha cambiado bastante.
El problema más grave es la consideración de la Biblia por los protestantes como la fuente única de la doctrina. Elimina la tradición creadora de la Iglesia, y por tanto el problema de la sucesión apostólica, y esto es una alteración profunda del sentido de la religión cristiana. La Iglesia Católica ha dicho siempre que hay una creación histórica de la Iglesia a lo largo de los siglos, que no tiene por qué terminar nunca.
La Reforma significa una ruptura de la cristiandad, además lleva dentro de sí misma el principio de la continuación de la ruptura, entre la Iglesia Católica y las iglesias protestantes. Por cierto, los Reyes Católicos tenían el título antes de la aparición del protestantismo, era un título concedido por el Papa por defender la universalidad de la Iglesia, eso no lo sabe casi nadie, pues piensan que son católicos frente al protestantismo, pero repito no había protestantes todavía.
La ruptura de la Cristiandad es notoria, pero además la reforma lleva en sí misma el principio de la continuación de la ruptura, porque no hay un reformador, hay muchos, como por ejemplo Calvino o Zuinglio... y en definitiva si se atiene al principio de la Reforma y de la interpretación de la escritura...Todo el mundo tiene derecho.
Entonces lo que ocurre es que no hay una Iglesia Católica y una iglesia protestante, sino muchas iglesias protestantes, y además difieren entre sí enormemente, más que algunas de ellas con la Iglesia Católica. Si ustedes comparan la Iglesia Católica con la Iglesia Anglicana o la Episcopaliana en Estados Unidos, la diferencia es bastante limitada, pero si comparan estas iglesias con los Mormones o los Testigos de Jehová o los Adventistas del Séptimo Día es incomparablemente mayor que con los católicos.
Es un espejismo el considerar que es una división en dos partes el mundo del cristianismo, la división es en muchas partes. En los Estados Unidos las diversas religiones se llaman "Denominations", las diferencias son a veces más parecidas a las que hay entre las órdenes religiosas. Hay personas que tienen afición a los jesuítas, otros a los franciscanos, o a los carmelitas. En algunos casos las diferencias tiene más que ver con eso. Incluso no es nada infrecuente que una persona cambie de "denomination", sin tener que cambiar propiamente de religión. El problema es la tendencia a la radical fragmentación sucesiva.
Todas estas confesiones son "no católicas", es decir lo que las une es la no catolicidad. Por ejemplo lo que pasó en Inglaterra: Enrique VIII es luterano, aunque tenga de los Papas el título de "Defensor de la fe", que sigue usando. Después quiere divorciarse de Catalina de Aragón y casarse con Ana Bolena, por varias razones, unas religiosas, otras porque su sobrino era Carlos V. El Papa no lo acepta, entonces rompe con la Iglesia Católica, pero el contenido dogmático no cambia, pero luego hay un deslizamiento hacia el protestantismo, y en los sucesores se convierte en una iglesia protestante.
Las diferencias religiosas llevan unas guerras que en algunos casos son devastadoras. Un siglo de guerras feroces. Se produce el problema, no solo de la fragmentación religiosa, sino de Europa misma. Si se hubiera podido prever las consecuencias del luteranismo -la cosa empieza con la noventa y cinco tesis de Lutero-, y si se hubieran previsto la consecuencias, creo que no hubiera tenido la  acogida que tuvo.
Es un hecho de gran importancia a lo largo de la historia y es que no se prevén las consecuencias de las cosas. Dirán ustedes: "es que no se puede", sí se puede, muchas veces se puede prever. No se previó. Es evidente que era necesaria una reforma de la Iglesia, pero el resultado es un enconamiento de las luchas. Hay ambiciones, hay rivalidades. Conflictos de poderes de todo tipo, de prestigio, de influencias, de dinero. Represalias  y luchas internas dentro de los diversos grupos que se van formando, y un elemento nuevo, que es la obstinación. Las actitudes flexibles y fluidas se bloquean. Se puede determinar cuando aparece la obstinación en las luchas de la reforma.
Las luchas violentas duran hasta 1648, es decir hasta el final de la Guerra de los Treinta Años, guerra entre católicos y protestantes, en la que Francia lucha casi todo el tiempo en el lado protestante. Por ser preferente la lucha contra los Austrias, por encima de cualquiera otra consideración.
La obstinación, el empecinamiento, la rivalidad fueron factores muy importantes. La Iglesia Católica como tal Iglesia toma posición frente al protestantismo de varias maneras, por una parte con suspicacia, es bastante revelador lo que pasa con Erasmo, que era muy crítico con el protestantismo pero lo era también con el catolicismo. Anticlerical,  se le tenía miedo en vida por si se pasaba al protestantismo, pero una vez muerto lo trataron bastante mal, porque se interpretaba toda crítica a la Iglesia Católica como una forma de luteranismo. Muchas veces no lo era, incluso podía ser fervor religioso.
Los dos brotes de actitud religiosa discrepante, en 1556, en Sevilla y en Valladolid, muy perseguidos por la Inquisición y por Carlos V, dudo mucho que fueran luteranismo. Muchos eran movimientos críticos que no pretendían poner en cuestión la autoridad de la Iglesia, sino eran fruto de un mero afán reformista. Lo mismo puede verse en el proceso del arzobispo Carranza, perseguidor de los protestantes, pero que tiene un proceso por sospechoso de protestantismo; primero en España, aunque más tarde consigue que lo lleven a Roma para tener un juicio más justo. Finalmente no llegó a ser condenado, a pesar de ser procesado por suspicacias varias respecto de su ortodoxia.
La gran reacción de la Iglesia Católica fue el Concilio de Trento (1545-1563). Fue el gran intento de hacer la Reforma Católica, deseada desde el siglo XV. La Iglesia decide convocar un gran Concilio Ecuménico, e hizo muchas reformas en innumerables aspectos, pero fue interpretado por la mayoría del mundo católico como Contrarreforma, y así se habla todavía.
Por una parte era demasiado tarde para que los resultados del Concilio de Trento fueran aceptados. Había mediado mucha sangre y mucha obstinación. Si hubiera sido mucho antes es posible que hubiera hecho posible la unidad de la Iglesia, pero pasada la mitad del siglo XVI, esto era imposible. Las posiciones estaban congeladas.
Lo más grave es la palabra Contrarreforma, que es una palabra negativa, es una palabra defensiva. Siempre que se pone algo anti, se deja la iniciativa a la otra parte. Lleva las de perder pues deja la iniciativa al que pretende combatir. Es lo que pasó con el antifascismo o el anticomunismo. Es decir el antiser deja la iniciativa al otro. No es que afirme algo positivamente y a consecuencia de ello esté en contra de otros. Esto es lícito y es obligado.
Pero el anti deja la capacidad creadora al otro. Si planteamos en términos de Contrarreforma se pierde la originalidad, se pierde el espíritu creador, que lo hubo. Hay movimientos dentro del catolicismo que son enormemente creadores, como es el caso de la Compañía de Jesús, que fue una forma creadora dentro del funcionamiento de la Iglesia o el fenómeno del Oratorio en Francia, los oratonianos fueron algo muy importante o la reforma del Carmelo. Son movimientos creadores como en el caso de Santa Teresa o San Juan de la Cruz, que son algo positivos y no anti nada.
Pero la Contarreforma como tal se hace defensiva y la Iglesia Católica toma esta actitud desde entonces y no la ha perdido. Se pierde la fe en muchas cosas. Se insiste en las formas literarias de la escolástica, de enormes libros que en gran parte eran comentarios de otros libros, mientras otros autores de su tiempo escribían libros breves, bien escritos, que se leían con facilidad.
Hay una general suspicacia que  se extiende a lo que no es consabido, todo lo que es en cierto modo innovador, aunque sea católico, aunque nazca dentro del catolicismo. Es el caso de Descartes, católico desde siempre. Tuvo empeño en buscar el apoyo de los jesuítas, y no lo consiguió. Incluso los cartesianos como Malebranche o Bossuet o Fenelon, o en otro orden de cosas Pascal, católicos que no se puede más. Siempre ha habido una especie de desconfianza a todo lo que era moderno.
Una expresión que sigue siendo utilizada en los medios católicos es "los errores modernos": ¿es que los errores antiguos son mejores? Los errores modernos tendrán la ventaja de ser nuestros, son los que hemos cometido nosotros. Se ha llegado a utilizar la palabra "moderno"como sinónimo de error. Esto es un error intelectual clarísimo, esto sí que es un error.
Había justificación en la necesidad de ciertas reformas, por lo pronto todo lo humano es perfectible. Un espíritu de reforma era exigible, pero ¿era necesario apartarse del depósito de la fe?, ¿es que nadie tiene autoridad para intervenir en ello? El depender exclusivamente de la Escritura sola, es un error, porque la Iglesia es una cosa viva y tiene una historia.
La Contrarreforma significa el apego a ciertas normas y no querer cambiarlas. Es la negación de la creación. Negar el futuro y mirar hacia la espalda es un error. A pesar de los aciertos el Concilio de Trento hizo predominar lo defensivo dentro de la Iglesia, esto significa ponerse en situación de inferioridad. La Iglesia era nominalmente tomista en el siglo XVIII, pero de hecho eran sensualistas. El que actuaba sobre la Iglesia no era Santo Tomás, era Condillac, es algo parecido a la marxistización de la Iglesia en los últimos tiempos. No tenían los católicos antibióticos frente a las ideas de su tiempo, tomando una actitud defensiva, eso ha sido sumamente grave.
Y ha habido otro error, más sutil, pero no menos importante, y es que el catolicismo no se ha enriquecido con la innovación cristiana fuera del mismo. Porque los protestantes son cristianos y han tenido, por ejemplo, una teología más importante que la católica desde el siglo XVIII, de eso no hay duda ninguna. Hace años una revista franciscana hablaba de la superioridad de la teología protestante. Que no solo es teología sino que es vida religiosa en muchos aspectos, que no ha sido tenida en cuenta por el catolicismo.
Esto está cambiando. Hay un autor poco conocido: C.S: Lewis, que fue ateo, luego anglicano, casi católico. Uno de los cristianos más ejemplares de nuestro siglo. Intentó nutrirse de las raíces del cristianismo, de lo mejor de los católicos y los protestantes. Ese es el camino a seguir.

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